La resistencia iraquí ataca los oleoductos y las estaciones de bombeo, roba las materias primas para el refinado del crudo, con lo que el país con las segundas mayores reservas del mundo apenas logra producir al 50% de su capacidad en refinerías tomadas por las fuerzas de ocupación. La de Baiji, la de mayor producción de Irak, no consigue sobrepasar los 300.000 barriles diarios, una cifra similar a los primeros días de la posguerra. A los atentados se une el factor de que gran cantidad de petróleo refinado y destinado al mercado local acaba en manos de contrabandistas.