La carismática presidenta de la República de Brasil, Dilma Rousseff, inició este lunes la semana más difícil de su carrera política. Un reto de unas dimensiones tales que ni siquiera su experiencia como guerrillera en el Comando de Liberación Nacional (COLINA), durante los tiempos de la dictadura militar, le habría preparado para enfrentar. Un desafío que podría acabar con su mandato presidencial y, de paso, con la herencia política y social de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) y del expresidente, Luiz Inácio Lula da Silva.

El próximo domingo 17 de abril, los 513 miembros de la Cámara de los Diputados votarán sobre el proceso de "impeachment" o juicio político a la presidenta que podría concluir con la inhabilitación o pérdida del mandato presidencial en los próximos meses. Mientras tanto, las decenas de miles de manifestantes a favor y en contra de la caída de Rousseff que se esperan el domingo convertirán los alrededores del Congreso Nacional en una auténtica olla a presión. Una buena prueba de ello es que a falta de siete días de la votación decenas de manifestantes comenzaron a acampar en los alrededores de la Explanada de los Ministerios, núcleo de las instituciones de la República.

Con el objetivo de evitar incidentes similares a los ocurridos en la grandes manifestaciones del 2013, la llamada "Primavera brasileña", los principales edificios gubernamentales de Brasilia amanecieron este lunes blindados por enormes barreras de metal. Especialmente el Palacio de Planalto, una maravilla arquitectónica diseñada por Oscar Niemeyer para servir de residencia oficial de la Presidencia en Brasilia y que se convirtió en el objetivo central del esquema de seguridad de la Fuerza Nacional.

28% DE DIPUTADOS INDECISOS

Las pancartas de "no habrá golpe, habrá lucha" y "fuera PT, fuera corrupción", fueron la primera muestra del ambiente bipolar que se vivirá en la mayor democracia de América Latina el próximo domingo. Mientras tanto, Rousseff y sus aliados políticos no perdieron tiempo para recabar apoyos de cara a la votación. A pesar de que la Comisión Especial de Impeachment concluyó con un informe en el que se responsabilizó a Rousseff de diversas maniobras de "maquillaje contable" y, por tanto, recomendó su pérdida de mandato, hay motivos para la esperanza en el Gobierno.

El apoyo de última hora de una parte importante de los diputados del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), antiguo aliado de gobierno ahora en la oposición, y del Partido Progresista (PP) podrían garantizar su permanencia en el Planalto. En concreto, fuentes gubernamentales señalan que Rousseff conseguirá sumar los 172 votos necesarios para el archivamiento del proceso. Sin embargo, lo cierto es que todo dependerá del 28% de los diputados que según el Instituto Datafolha continúan indecisos. Brasil es en estos momentos un gran barril de pólvora esperando la chispa que prenderá el próximo domingo.