En poco menos de 24 horas, siete personas han pasado de las cárceles cubanas a las habitaciones de un modesto hostal en el polígono industrial de Vallecas, Madrid. Entre un lugar y otro, los primeros beneficiados por el mayor operativo de liberación de presos de conciencia en toda la historia de la revolución castrista (todavía quedan por llegar al menos otros 45) fueron recibidos ayer, en el aeropuerto de Barajas, con un interés muy superior al que despiertan la mayor parte de los jefes de Estado que visitan España.

Abrumados por la avalancha de cámaras, emocionados tras un vuelo de nueve horas en el que pudieron sentirse por primera vez libres junto a sus esposas e hijos desde su arresto durante la represión de la Primavera Negra del 2003, y molestos porque su estatus es del inmigrante y no el de asilado político, los opositores tienen un sabor de boca "agridulce". Lo agrio: "Quedan muchos presos en prisiones cubanas, además de en hospitales". Lo dulce: "Nuestra llegada significa el inicio de una nueva etapa para Cuba y los cubanos".

FRUTO DE NEGOCIACIONES Tras el compromiso alcanzado la semana pasada por el régimen de Raúl Castro, fruto de las negociaciones encabezadas por la Iglesia cubana y auspiciadas por la diplomacia española, los disidentes, condenados a penas de entre 15 y 24 años de cárcel, llegaron en dos tandas.

Primero fueron seis --Léster González, Omar Ruiz, Antonio Villarreal, Julio César Gálvez, José Luis García Paneque y Pablo Pacheco-- y después lo hizo Ricardo González, el más conocido, excorresponsal de Reporteros Sin Fronteras (RSF). González comenzó recordando ese proverbio chino que dice que "el camino más largo comienza con un primer paso", y después, con carga irónica, parafraseó a su manera la célebre frase que Karl Marx y Friedrich Engels eligieron para arrancar el Manifiesto comunista . "Una palabra recorre Cuba, la palabra cambio, que significa libertad --declaró--. Cuba merece la democracia y en la democracia caben todas las tendencias. Tenemos la esperanza de que todos los presos de conciencia sean excarcelados".

Fue un acto muy breve: un par de preguntas y la lectura de un comunicado escrito a salto de mata, mientras cruzaban el Atlántico, en el que señalan que su salida de la cárcel se debe al fallecido activista Orlando Zapata, a Guillermo Fariñas --en huelga de hambre desde el 24 de febrero y hasta que se comunicó la liberación de los presos--, al grupo de mujeres opositoras llamadas Las Damas de Blanco y a la Iglesia cubana.

Horas más tarde, en el hotel, asistidos por miembros de la Cruz Roja, los disidentes se quejaron de que España les hubiese concedido el estatus de inmigrante, con permiso de trabajo y residencia, en lugar del de asilado político. "La figura hubiese supuesto un reconocimiento de que ellos han sido presos políticos", dijo, entre abrazos y continuas llamadas a Cuba, Alejandro González, un disidente que llegó a España, hace dos años, como asilado político. La figura, según el ministro de Exteriores, supone también una ventaja: los liberados "podrán volver" a la isla.

LA POSICION COMUN Y ahora, ¿qué? La pregunta se formuló ayer una y otra vez, tanto a los liberados (aún no saben si se quedarán en España) como a unos grupos políticos que debatieron sobre el futuro de la posición común europea. El PP dijo que el gesto del régimen castrista era insuficiente; IU pidió la "normalización" de las relaciones.

Moratinos también sostuvo que "todos los presos políticos de las cárceles saldrán de Cuba", porque este este es el "compromiso" del Gobierno cubano. Hoy llegarán a Madrid con sus familias otros cuatro liberados. Es la primera fase de una compleja operación. Que sea el "inicio de una nueva etapa" está por ver.