Se dice que en Manzanillo, una pintoresca ciudad del oriente de Cuba, hay una bodega donde un cartel reza: Con amor, todo; sin libreta, nada . Verdad o no, lo cierto es que si algo identifica el vínculo de amor y odio que siente el cubano medio por la Revolución, es su relación íntima con la libreta de abastecimiento: por la mañana la quiere y por la noche la desprecia, critica el mercado negro pero cuando puede se lanza a por mercancía malversada.

La libreta, o cartilla de racionamiento como se la conoce en otras latitudes, cumplió el lunes en Cuba 45 años: se impuso por ley el 12 de marzo de 1962 y entró en vigor una semana después para, según se informó, mejorar la distribución de los productos de primera necesidad. Ahí sigue.

Ni contigo ni sin ti

"Y me parece que ni Dios sabe hasta cuándo", dice Jacinto, alumno de una escuela de circo, mientras hace malabares, en esa enorme alameda que sube desde el Malecón. "Con la libreta no podemos vivir, el salario no alcanza; y sin ella, tampoco alcanza. Es lo mismo que me ocurre con mi novia: estoy loco por dejarla y no puedo vivir sin ella".

El embargo tiene la culpa original de la libreta, pero también es cierto que la agricultura es un desastre. Ese es el criterio de Germán, que no se llama Germán pero dice que así está bien. Se gana la vida como economista en algún sitio. "Los americanos cortaron de la noche a la mañana su comercio con Cuba, vino el desabastecimiento, las enormes colas para conseguir desde manteca hasta desodorante, y la gente vio como un alivio poder comprar de manera regulada. Y luego el campo no produce, la gente no quiere trabajar, el salario es muy bajo. Este mes los frijoles negros se trajeron de Argentina y el azúcar de Brasil, y ambas cosas se producen aquí y bien. Me han dicho que los hoteles para turistas compran las verduras en la República Dominicana. Es una vergüenza".

Muchos pensaron que lo de la libreta sería solo unos años. "Se anunciaron planes agropecuarios que iban a ser una maravilla, lagunas de leche, toneladas de carne de cerdo... Nadie imaginó que se iba a eternizar", añade Germán mirando al cielo.

Mercado negro

Para Amanda, que siempre fue ama de casa, la libreta es la fuente del mercado negro: "Cómo se las arreglan yo no sé, pero en todas las bodegas encuentras qué comprar por fuera y más caro. Si llegó aceite, primero sale para la bolsa negra y después por la libreta", explica.

Los productos normados (regulados) están subsidiados. Son frijoles y arroz, que constituyen el plato básico en el hogar cubano de hoy, más azúcar y sal; proteína animal, que puede ser pollo, pescado, picadillo , calamar, jamás carne de res; huevos, pan, café, patatas, aceite vegetal, galletas, pasta dental, leche en polvo hasta los siete años y gas licuado. La cantidad es mínima: una libra (0,45 kilogramos) de pollo por persona al mes.

Recuerda Gustavo que antes "la libreta no permitía ni ricos ni pobres, todos éramos iguales. Había días en que La Habana olía a la misma comida, pero hoy el que gana sus dolaritos come distinto".

¿Qué más recuerda? "La carne rusa venía en lata, la gente decía que era de oso, pero a mí me encantaba. Aunque solo fuera por eso, no debía haberse caído la URSS".

Acaba de publicarse el primer libro sobre la libreta: El pan cierto de cada día , por las 20 onzas (0,57 kilogramos) de pan por persona y día. Los autores son Mirtha Muñiz y Arnado Vega, que trabajaron en el Ministerio de Comercio Interior. Gustavo no lo leyó, pero afirma que "aquí nadie se acuesta sin comer. Que le den a escoger a esa gente de Etiopía que uno ve en la tele".