Un viernes más, manifestantes opositores y fuerzas de seguridad se enzarzaron en enconados combates urbanos en un buen número de localidades de Siria durante la jornada de ayer, nada más acabar la plegaria semanal. Desde Francia, país donde se celebra la cumbre del G-8, los líderes de las principales potencias económicas del planeta expresaron su "consternación" ante la brutalidad y las dimensiones de la represión policial en el país árabe, al tiempo que exigieron al régimen de Damasco que cesara de emplear la fuerza contra marchas pacíficas.

Según las organizaciones de derechos del hombre, las ciudades de Homs y Albu Kamal, en el centro y este del país respectivamente, así como algunos barrios de la periferia de Damasco, llevaron ayer el peso de las revueltas. En Qatana, uno de los barrios de la capital, los agentes de seguridad mataron a dos manifestantes que exigían públicamente el "derrocamiento" del régimen. Los suburbios de Barzeh, Rukn al Din y Qabun, junto a la capital, también fueron escenario de disturbios. Al menos ocho personas murieron.

CONTRA LOS ALIADOS Por vez primera desde el inicio de las protestas, los manifestantes dieron rienda suelta a su ira, no solo contra los capitostes del régimen sirio, sino también contra los aliados del presidente Bahsar al Asad en el extranjero. En algunas localidades del este sirio, se llegaron a quemar retratos del líder del movimiento libanés Hizbulá, Hasán Nasrallah, quien ha expresado públicamente su apoyo al presidente Asad. Alrededor de un millar de personas han muerto en Siria en las últimas 10 semanas de revuelta.

El Gobierno de Damasco ha hecho caso omiso a las condenas y a las sanciones aprobadas por las potencias occidentales, mostrando al mismo tiempo su férrea voluntad de aplastar las protestas por la fuerza de las armas. Pese a la amplitud de la represión, las manifestaciones antigubernamentales aún no han adquirido la masa crítica que consiguieron en su día en Túnez, Egipto e incluso Yemen, ni han afectado al centro de las principales ciudades.

La indignación internacional contra Damasco crece paralelamente al aumento de la cifra de fallecidos. Pese a que diplomáticos occidentales presentes en el Consejo de Seguridad de la ONU habían expresado su esperanza de que ni Rusia ni China, países con poder de veto en el organismo, acabasen oponiéndose a un proyecto de resolución de condena de régimen y evocando la posibilidad de que se estuvieran produciendo crimenes contra la humanidad, el viceministro de Exteriores ruso, Sergéi Ryabkov, se encargó de aguar todas las esperanzas al asegurar que el texto era "dañino e inoportuno".