El sobresalto matinal es mayúsculo. A las 7.20, un estruendo seco y atronador sirve de despertador en el Hotel Sheraton. Oír explosiones en Bagdad se ha convertido en rutina, pero no así. "Esta ha caído muy cerca", es el primer pensamiento que viene a la cabeza. Y tan cerca. En el piso de arriba.

Dejamos la habitación y nos dirigimos al ascensor. La puerta metálica ha quedado deformada por la onda expansiva. De la ranura superior cuelgan dos cables y una pieza. Hay que bajar 15 pisos a pie.

El espectáculo en el vestíbulo es deplorable. La bóveda acristalada que sirve de techo se ha hundido y la vistosa lámpara del vestíbulo ha pasado a mejor vida. El suelo está lleno de cristales y escombros. Afortunadamente, era demasiado pronto y había aún poca gente. Sólo Ahmed Jafer, uno de los porteros del hotel, ha sufrido algunos cortes en la cabeza.

El cohete ha impactado en la planta 16, justo en la vertical de los ascensores. Ninguna habitación se ha visto afectada. Uno de los elevadores ha caído desplomado.

ESTABLECIMIENTO MALDITO Llegan rumores de que en el Hotel Palestina, situado enfrente, la cosa es más grave. Ya se hizo célebre durante la guerra; parece el hotel maldito. Entramos en él. El encargado de recepción explica que acaban de evacuar al hospital a un herido, que estaba en la planta 14. Es un contratista norteamericano, de la empresa KBR. "Creo que ha perdido mucha sangre", comenta un periodista.

En la planta 14, no dejan entrar. Un empleado nos lleva a la planta octava. En la habitación 802, su ocupante tuvo la suerte de estar en el baño en el momento del impacto; el dormitorio está destrozado. En la planta 16 hay un boquete en la pared. Bajamos a la 15. La habitación 1531 está en ruinas. En la habitación contigua, la 1533, se aloja otro consultor norteamericano. "Ha sido una gran aventura; resulta divertido", dice, dejando atónitos a todos. Hay gente para todo.