Las banlieues de París esperan aún el plan de ayudas prometido por el presidente Nicolas Sarkozy. Dos años después del inicio de los disturbios del otoño del 2005, las llamadas zonas urbanas sensibles (ZUS) arrastran los mismos problemas que entonces, cuando una trágica chispa --la muerte, el 27 de octubre, de dos adolescentes perseguidos por la policía-- provocó una explosión social que se saldó con la quema de 10.000 coches y 300 edificios y 4.700 detenciones.

Alcaldes de derechas y de izquierdas coinciden en que la situación sigue igual o peor, matizada quizá por una mayor resignación de los habitantes de las barriadas, pero que cualquier incidente puede encender la mecha del polvorín en que se han convertido esos guetos tras 30 años de promesas incumplidas. Y denuncian que no llegan las ayudas prometidas.

Los cuatro principales problemas de las banlieues permanecen inalterables: paro, difícil acceso a una vivienda digna, fracaso escolar y tensiones con la policía. La cifra de personas que buscan empleo ha bajado en un 10% entre el 2005 y el 2006, pero en las ZUS el paro es dos veces más elevado que la media nacional, con cotas del 40% en algunos barrios.

La falta de vivienda es aún más grave por el alza de los precios, con el agravante de que los recursos de un plan lanzado en el 2003 no se gastan. Según ese proyecto, 250.000 pisos de estas zonas debían ser demolidos y reconstruidos y otros 400.000 rehabilitados hasta el 2013, pero hay 600 millones de euros sin invertir por retrasos administrativos en la compra de las viviendas que deben ser renovadas.

Desde que es presidente, Sarkozy ha primado la política represiva. Su único gesto ha sido el nombramiento como secretaria de Estado para la política de las ciudades de la socialista Fadela Amara. Esta prepara un plan banlieues que presentará en enero y del que se sabe que se centrará en la desguetización de los barrios, la educación y el empleo.