"Quedó la cagada", dicen, repiten como autómatas. La postal de la desolación es ancha y casi nunca ajena. Casas reducidas a escombros. Familias en la calle y niños que sueñan de noche, en pleno toque de queda, con tsunamis. Carreteras, puertos destruidos y, frente a los ojos de una sociedad atónita, un mar de muertos cuyo número final nadie osa calcular. "Chile cambió, de golpe, para variar", señaló en su sagaz portada el semanario satírico chileno The Clinic.

El modelo chileno, elogiado por su pujanza, dejó ver tras el terremoto las grietas sociales que el fulgor cegaba. Desde el pinochetismo rige una ley no escrita: el crecimiento beneficiaría a todos, aunque a diferentes velocidades. La catástrofe ha hecho visible ese mundo silenciado.

Unos salieron a saquear. Otros, la mayoría, rezan, se ayudan entre sí, esperan que les acaricie la mano reparadora del Estado. "El cataclismo hizo que pensáramos qué país estamos construyendo", reconoció Rafael Guilisasti Gana, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio.

UN ASCENSO DESIGUAL En los últimos 20 años, Santiago y los principales centros urbanos se transfiguraron al compás del ascenso desigual. Los edificios inteligentes se irguieron como metáforas de la prosperidad. Y si bien la mayoría quedó en pie, gracias a los rigores de la construcción antisísmica, bastó que unos pocos cayeran o quedaran inservibles para que las quejas trascendieran las cuestiones de la construcción.

En Chile, el poder del empresariado es enorme. Cinco años atrás, la Cámara Chilena de la Construcción logró que el Estado redujera su capacidad de control sobre lo que se levanta en aras de la lucha contra la burocracia y la reducción de costes.

SEÑAL INQUIETANTE La nueva relación entre política y negocios que pretende inaugurar el presidente electo, el magnate Sebastián Piñera, arroja tras la catástrofe una señal cuando menos inquietante. El alcalde de Santiago de Chile e integrante del selecto equipo presidencial de Piñera, Fernando Echeverría, es dueño de la firma que construyó uno de los grandes edificios capitalinos que acaba de ser clausurado por daños estructurales como consecuencia del terremoto. "No veo conflictos de intereses", dijo sobre su nueva función en el Ejecutivo del país. No es el único empresario de la construcción sumado a las filas del nuevo Gobierno.