Guantánamo se confirma como el más venenoso legado que George Bush dejó a su sucesor en la Casa Blanca, Barack Obama. El resultado del primer juicio civil contra un reo de la prisión ha provocado indignación y deja herido, quizá de muerte, el plan del presidente de juzgar a parte de los prisioneros ante la justicia ordinaria y no en comisiones militares, trasladarlos a prisiones en EEUU y, finalmente, cerrar la prisión.

En el banquillo se sentaba Ahmed Ghailani, un tanzano de 36 años que llegó a Guantánamo tras pasar por cárceles secretas de la CIA. Afrontaba 284 acusaciones por los atentados contra las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania, que en 1998 provocaron 244 muertos, incluyendo 12 estadounidenses. El juez dejó fuera del proceso a un testigo porque las autoridades llegaron a él después de que Ghailani revelara su identidad bajo torturas. Y al final los seis hombres y seis mujeres del jurado decidieron condenarle solo por conspiración para destruir edificios gubernamentales.

Poco importa a los críticos que Ghailani pueda ser sentenciado a una pena de entre 25 años de cárcel a cadena perpetua. Republicanos como Peter King denuncian que "el veredicto demuestra la absoluta locura de la Administración de Obama por juzgar a terroristas de Al Qaeda en tribunales civiles".