La batalla de Rosarno, en la región de Calabria, se cobró ayer una nueva víctima. Unos desconocidos que viajaban en un vehículo dispararon con una escopeta de perdigones a un inmigrante que resultó herido. Este nuevo incidente eleva a 67 las personas heridas desde que el pasado jueves empezaron los enfrentamientos entre vecinos de Rosarno y trabajadores temporeros africanos. La presión de los habitantes de este pueblo calabrés ha obligado a muchos de los extranjeros a huir del lugar.

La agresión de ayer --el viernes otros dos inmigrantes resultaron también heridos por arma de fuego-- se produjo tras una noche relativamente tranquila. Ayer por la mañana, las autoridades trasladaron en dos autocares a cerca de un centenar de inmigrantes al centro de acogida de Crotona. La misma operación se hizo el viernes con 250 trabajadores más, entre los aplausos de los vecinos de Rosarno. Otro centenar de inmigrantes se fue por su cuenta, tras abandonar las barracas donde se alojaban.

"Los queremos a todos fuera de aquí", gritaron grupos de vecinos que durante la noche tomaron calles, cruces de carreteras y las dos plantas industriales abandonadas donde vivían los extranjeros, frente a las que levantaron barricadas. Algunos iban armados con palos, hierros e incluso latas de gasolina.

"Mientras permanecemos encerrados y trabajamos los campos con la cabeza baja como los animales, nadie dice nada", lamentó Daniel, a quien unos vecinos le invitaron a irse "porque aquí hay gente que os pegará". Frente a una agresividad nunca vista en Italia, Pasquale, de 60 años y propietario de unos terrenos, fue a una de las dos plantas donde residen los inmigrados para "pagar a mis chicos, que hoy es sábado", aseguró.

Entre los heridos figuran 17 habitantes y 19 agentes policiales. En solidaridad con los inmigrantes, ayer en Roma las organizaciones antirracistas organizaron una sentada frente al Ministerio de Interior.

PRECIOSO SERVICIO "Ninguno de los inmigrantes transferidos será expulsado, según me han dicho las autoridades", explicó el cura Pino Demasi, de una organización que combate a las mafias. El Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, lamentó "las graves condiciones laborales a las que son sometidos los inmigrantes, a pesar de que rinden un precioso servicio a la agricultura y a las actividades locales".

El diario católico Avvenire fue más drástico, al escribir que la rebelión de Rosarno "no es solo una cuestión de orden público", ni la reacción de los inmigrantes "solo culpa de la ´Ndrangheta mafia local que con ellos se enriquece". "¿Dónde están las organizaciones empresariales?", se preguntó el diario, que reclamó una señal de existencia de las instituciones, porque "todos ven lo que sucede, pero miran hacia otro lado".

Los políticos conservadores apoyaron la política intransigente del Gobierno sobre los sin papeles , mientras que la oposición guarda un inexplicable silencio al respecto. "Nos vamos, pero no volveremos nunca más", dice Peter, un ghanés de 30 años. Algunos agricultores ya han contratado a búlgaros y ucranianos para sustituirles.