La piratería se ha convertido en el motor económico de Puntlandia, una región sin ley desde que Somalia se sumió en el caos. Una oleada de nuevos ricos ha irrumpido en una sociedad en la que la media de ingresos por persona está por debajo de un euro al día. Proliferan los todoterrenos y se levantan palacetes donde hubo casuchas. Por cada barco secuestrado se pagan rescates millonarios, y eso quiere decir que, hoy por hoy, en enclaves como la ciudad de Eyl, hay muchísimo dinero que gastar.

Mientras el aumento de los precios y el temor a ser atacados por los buques de guerra extranjeros hunden sin remisión a los pocos pescadores que quedan, en Puntlandia surge toda una industria vinculada a la piratería. Aunque los abordajes los protagonizan grupos reducidos, la custodia de los rehenes y la cobertura de la operación desde tierra ocupan a mucha más gente. Hasta el extremo de que en Eyl hay ya restaurantes especializados en preparar comida para los secuestrados.

Parte de ese dinero se invierte en el tráfico de khat , la droga más popular de la región. Otra parte, en armas. Pero aun así restan ingentes beneficios que los piratas destinan a vivir a cuerpo de rey: drogas, mansiones, cochazos o esposas --son polígamos--. Los piratas disfrutan de un enorme prestigio social y son un modelo para los jóvenes, que ven en esta profesión una vía para evitar la pobreza.