El 24 de julio, cuatro miembros de una misma familia huían en un carro impulsado por un burro del incesante fuego de artillería que caía sobre su granja. En su huida, un misil disparado por las fuerzas aéreas israelís impactó limpiamente en el carro y mató a Jairieh al Attar, de 58 años, y también a su nieto, Nadi al Attar, de 11 años. A ello, el Ejército israelí respondió: "Los grupos terroristas llevan a cabo un uso cínico de niños y adolescentes como escudos humanos y el Ejército hace todo lo posible para no dañarlos".

No se trata de una de las historias para no dormir que llegan desde el Líbano. Esta --tal y como la relata la oenegé de derechos humanos israelí B´Tselem-- sucedió en la localidad de Beit Lahia, en el norte de la franja de Gaza, ese territorio ocupado palestino donde también se libra actualmente una guerra, con sus bombardeos, sus operaciones terrestres, sus civiles muertos, su soldado israelí capturado, su Gobierno destruido... Pero, a diferencia del Líbano, sobre Gaza no hay ninguna resolución de la ONU ni se la espera, ni se analizan hasta la extenuación las consecuencias políticas interpalestinas, entre palestinos e israelís y para toda la región que la crisis generará.

Desaparecida del mapa

Tras acabar junio como la gran crisis del verano, Gaza ha desaparecido del mapa político y mediático. De la misma manera que los 163 palestinos que, según B´Tselem, mató el Ejército israelí durante el mes de julio, contra un soldado muerto por fuego amigo. De ellos, 78 no participaban en hostilidades cuando murieron; 36 eran menores de edad y 20, mujeres. Y en Cisjordania, donde no hay soldados capturados y sí un muro que crece, unas colonias que se expanden y unas modernas terminales fronterizas que marcan por dónde pasa el futuro más inmediato y unilateral, en julio murieron 15 palestinos.

La suma total da el mayor número de muertos en un mes desde abril del 2002, que fue el peor mes del peor año de la Intifada. El Ejército admite que hay 170 "terroristas" muertos. De los otros, no sabe nada o echa la culpa a los palestinos. Y mientras, los cohetes Qasam siguen cayendo en Sderot.

Más cifras de la otra guerra: 12.000 proyectiles de artillería disparados en cinco semanas de crisis (unos 300 diarios). Y una sanitaria: en el hospital Shifa sostienen que un tercio de cada 100 operaciones que practican son amputaciones a heridos. "La sangre palestina está pagando el coste de la crisis del Líbano. Israel no puede ganar a Hizbulá, así que busca éxitos en los territorios palestinos", acusa Hadem Abú Shanab, dirigente de Al Fatá en Gaza. El resultado es que las incursiones en la franja --privada de electricidad y con una situación económica agonizante-- son diarias. Casi rutinarias, si no fuera por los muertos que dejan, como los cuatro --entre ellos dos chavales de 13 y 15 años-- que ayer hubo en Rafá.

Una misma batalla

"En el Líbano y Gaza hay una única batalla, contra los que resistimos a la ocupación y a Israel. Hizbulá y los palestinos tenemos el mismo enemigo, estamos luchando contra el mismo crimen. Pero cada causa tiene sus peculiaridades", dijo ayer a este diario Sami Abú Zuri, portavoz de Hamás, rechazando una coordinación entre los dos frentes de Israel. "Hay una sensación de orgullo hacia Hizbulá entre los palestinos, pero muy poca gente en las facciones quiere atar nuestro destino al de Hizbulá", opina Nabil Shaat, exministro de Exteriores.

Y es que los palestinos tienen su propia guerra, que hasta que el brazo armado de Hamás capturó a Gilad Shalit pasaba por un Gobierno de unidad nacional con el que salvar el boicot al de Hamás. Ahora las prioridades han cambiado. "Primero debe terminar la crisis con un intercambio de prisioneros", exige Abú Zuri, sin querer caer en la cuenta de que ya no existe un Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con ministros y diputados detenidos, el primer ministro amenazado de muerte y un presidente impotente. Egipto negocia un intercambio de prisioneros, pero resulta difícil pensar que Israel aceptará para Hamás lo que considera intolerable para Hizbulá. Pero es verdad que el Líbano y Palestina son diferentes: tarde o temprano, la guerra en el norte acabará. Pero incluso si mañana se libera a Shalit, la del sur tiene visos de continuar mucho tiempo.