El conocido tópico de «el libro era mejor» no siempre es cierto: ahí están ‘Tiburón’, ‘La jungla de cristal’, ‘Los puentes de Madison’, ‘El diablo viste de Prada’ o, hay que decirlo más, ‘50 sombras de Grey’, cincuenta veces más sofisticada y ágil que el original pseudoliterario.

A esta lista hay que añadir ‘Big little lies’, miniserie de HBO que convierte una lectura veraniega perfectamente digestible, obra de Liane Moriarty, en un drama doméstico de potencia emocional inesperada, recordatorio de que una televisión sobre personajes adultos no solo es posible sino deseable. El mérito es, en parte, del creador David E. Kelley y el director Jean-Marc Vallée, pero sobre todo de un grupo de actrices en estado de gracia. Alexander Skarsgård se llevó hace unos días un merecido Emmy por su papel de marido abusivo, pero lo cierto es que en sus escenas con su mujer de ficción, Nicole Kidman, ella lo devoraba por entero.

Las otras dos madres al borde de un ataque de criminalidad eran Reese Witherspoon, también productora, y una Shailene Woodley rescatada felizmente de las dudosas adaptaciones del género ‘young adult’. No cabe desestimar las aportaciones de una rabiosa Laura Dern (entre esto y ‘Twin Peaks’, 2017 es su año) o una proactiva Zoë Kravitz. Solo por volverlas a ver a todas juntas, algunos aceptamos sin rechistar esa posibilidad de una segunda temporada absolutamente innecesaria.