-Ustedes los de Cádiz tenéis una pedrá... ¿Eso es por el Levante?

-(Risas). Y el poniente. Una pedrá, no, un arte diferente.

-Pues vamos a contar cómo fue esa infancia en Cádiz o Cai...

-Cádiz o Cai para mí significa lo mismo. La infancia, vista desde los 61 años que tengo, fue muy bonita. Estaba todo el día en la playa de la Caleta, con mi perro.

-¿Que se llamaba?

-Muy fácil, era negro y le puse Negri (más risas). Nací en el barrio de la Viña y nosotros no nos queríamos ir de allí. Así que mis padres compraron los pisos que estaban en la fábrica de cerveza, que son los que dan al Campo del Sur. En la obra de los garajes me encontré al perro, chiquitito, y me lo llevé para mi casa. Mi madre no quería el perro ni de coña pero como yo era el ojo derecho de mi abuela, el perro se quedó. Es que fue una infancia con los del barrio, la gente vivía en la calle, era muy diferente...

-¿A qué colegio iba?

-Íbamos al Primo de Rivera, fíjese el nombre... Nos hacían cantar el ‘Cara al sol’ y ‘to’, yo cantaba el ‘Cara al revés’, pero bueno (carcajadas).

-¿A qué se dedicaban sus padres?

-Mi padre era encofrador y mi madre, ama de casa. Nosotros somos siete hermanos, vivimos gracias a Dios todos, menos mi padre, que falleció con 80 años. Mi madre tiene 95. La queremos mucho.

-¿Qué pasó tras la infancia?

-Me gustaba mucho el fútbol. Antes en una cochera pintabas con una tiza un campo y te tirabas sobre el asfalto. Estuve en un equipo de La Viña, luego me fichó el San José y después el Cádiz se fijó en mí y estuve en las categorías inferiores; luego me pasaron al Cádiz y estuve ya con Roque Orza, con Milosevic y, nada, tuvimos un ascenso, subimos a Primera... En el primer torneo Carranza también estuve.

-Usted era portero, ¿aparte de las manos, qué diferencia a un portero del resto de jugadores?

-Dicen que los porteros están un poco locos. El portero es un especialista, porque está solo, y aunque tenga una defensa, cuando falla se le ve más que a nadie. El portero tiene que ser valiente, tener reflejos, saber mandar para que le haga caso la defensa, y ser buena persona.

-¿Y qué dotes tenía usted?

-Muchos reflejos y mucha flexibilidad. Me acuerdo que estando en el Cacereño, cuando el Cacereño tenía tirón, salió publicado en la portada del Extremadura este titular: ‘El gato de Don Benito’, porque hice un gran partido cuando jugamos frente al Don Benito. Pero esto es como todo... Cuando me dicen en el bar: ‘Eres un monstruo’, les contesto: ‘En la época buena me llamaban pulpo y en la época mala los mismos que te llamaban pulpo te llamaban chipirón’ (carcajadas).

-¿Cuál es a su juicio el mejor portero español de todos los tiempos?

-Hombre, tengo una referencia buena: Arconada. Bufff, encima me enfrenté con él en Primera en Copa del Rey. Buffff, era un placer casi rozarme con él cuando iba a calentar, cuando estaba allí en Atocha o en Carranza, uuhhhh, eso era espectacular. Tenía una potencia...

-¿Qué le pareció lo de Iker y la selección?

-En el fútbol los mismos que te suben te bajan. Es la filosofía, mandan los resultados y cuando no los hay se van cargando a las personas, se cansan de las caras. Es injusto, porque a un portero como a Iker tendrían que haberlo tratado mejor, que hubiera tenido la mejor salida del Madrid y no la que tuvo.

-¿Qué diferencia a Arconada de los porteros de hoy?

-Los porteros han evolucionado, sobre todo en el juego de pie. Zubizarreta, por ejemplo, era un portero que no se defendía bien con los pies y ahora mismo o no hubiera tenido ese éxito o hubiera tenido que mejorar. Iribar era más sobrio, no se tiraba tanto, tenía empaque, seguridad, saber estar. Es que casi todos los porteros vascos han salido muy buenos y hay una explicación: no es lo mismo tirarte en un campo blando que en un campo duro, y los equipos del norte siempre han cuidado mucho la cantera y los campos.

-¿Qué ha perdido el fútbol?

-Se ha convertido en un gran negocio. Hay muchos intereses, mueve publicidad, muchísimo dinero y donde hay dinero... Tú besas el escudo, pero si te dan 3 millones de euros más te vas y ya está, y besas otro escudo. Veo muy mal lo de besar los escudos, que es respetable, pero si eres jugador y sabes que el año que viene puedes estar en otro equipo, no beses el escudo.

-¿Por qué ese apego al escudo y no a la bandera?

-Lo de la bandera es más profundo que un escudo porque la bandera nos representa, representa a nuestro país, y tendríamos que estar orgullosos de esta bandera y no renegar de ella, como reniegan muchos.

-En Francia sienten mucho amor por la bandera...

-Hombre, y cuando suena el himno se ve a esas personas y dices: ‘Joé, me cago en to’. A mí me da un coraje que no veas cuando veo a esos tíos que están escuchando el himno, podrán perder, podrán ganar, pero dices: ‘Si van a llorar y to, coño’. Creo que el que va a la selección va orgulloso, pero deberíamos tenerle más respeto a la bandera.

-¿Qué está pasando en este país?

-Pues que hemos tenido una crisis muy mala, se ha cargado a mucha gente, a muchos que no lo imaginaron. Siempre relaciono el mundo del fútbol con la vida. Yo que he estado desde los 18 años jugando al fútbol, los mismos que te daban la palmadita eran los mismos que después te daban la puñalada por detrás. Esto es el reflejo de la vida. Hemos tenido un momento malo, y esperemos que poco a poco la gente esté bien, contenta, alegre y con la nevera bien llena, que es lo más importante.

-Así que lo de Cataluña es producto de esa crisis...

-Por supuesto. Cuando saltaron las alarmas allí fue cuando no les inyectaban dinero y esta gente dijo: ‘Nos separamos’. Aquí es todo don dinero y con dinero se arregla todo. Lo triste es que lo van a conseguir.

-Se han cumplido 30 años de la huelga general, ¿cómo la vivió?

-Ahora las huelgas se hacen por las redes sociales, antes se hacían con pancartas, con la clase trabajadora en la calle protestando por sus derechos. La sociedad ha perdido acción. Los tiempos cambian, fíjese: los primeros chistes eran buenos con los teléfonos de Gila, ¿por favor, dónde están los teléfonos de Gila? (risas).

-Y ahora por hacer un chiste te pueden meter en la cárcel...

-Bufff, esto ya es... Tengo mucho respeto a la justicia, pero antes le decías un piropo a una chavala, te miraba y se reía; ahora cualquier cosa se sale de madre.

-¿Cómo llegó a Cáceres?

-En 1983 porque me llamó José María Asenjo, que era secretario general del Cacereño. El año anterior quisieron ficharme pero no me quería mover de Cádiz (a los de Cádiz nos cuesta mucho trabajo movernos de allí). Cuando me llamó la segunda vez me lo pensé y me vine. El primer año me costó, cada semana me iba a casa, pero el segundo me quedé y esta ciudad me ha acogido y no tengo palabras.

-¿Recuerda su primer día aquí?

-Sííí. Yo venía con un 131 azul. Iba por Cánovas; había quedado en la piscina del parque del Príncipe, y dije: ‘Voy a preguntarle a alguien’. Era un viernes, llegué a la piscina y comí pollo asado. Me llevaron al Hotel Hernán Cortés y ahí me quedé dos noches. Después, con los compañeros cogimos un apartamento en La Madrila y tampoco había tanto ruido (más risas). Estaba con Sarratea, Marcos, Ramos, Luis Jiménez, que no jugaba pero era un compañero más. Allí estuvimos nueve años y nos llamaban ‘La pensión canalla’. Luego estaba otro piso, al que llamaban ‘La pensión lenteja’ y allí estaban José Miguel, Pantoja y algunos más.

-¿Cómo era ese Cacereño?

-Había mucha afición, ¡es que aquel campo casi se llenaba! Era impresionante. Terminaban los partidos y aquí eran cinco emisoras de radio haciéndonos entrevistas todos los días, dos periódicos dedicados a nosotros. El equipo era profesional. No había tantos partidos en la televisión y la gente iba a disfrutar. Algunos días se iban disgustados y otros se iban contentos a casa.

-¿Qué entrenadores tuvo?

-El primero fue Joaquín Carrera, era muy buena persona. El segundo fue Cabanillas, después Vicente Medina, de Badajoz, muy bueno. El tercer año vino Pepe Bizcocho, una excelente persona; hicimos una temporada magnífica, fuimos el equipo menos goleado del mundo, perdimos solamente el penúltimo partido, el Badajoz quedó por debajo nuestro y la afición disfrutó ese año, de estas cosas que se juntan los astros y la verdad que terminó muy bien. Tuvimos también de entrenador a Ciriaco Cano, Luis Gallego y Alvarado.

-¿Cuántos años en el Cacereño?

-Nueve temporadas.

-¿Y qué balance?

-Tengo unos recuerdos importantísimos porque si no hubiera venido al Cacereño no me hubiera quedado ni hubiera conocido a Toyi, la que es hoy mi mujer, que tengo una mujer que no veas como es, que ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida y tengo dos hijos que son cacereños, que eso son palabras mayores.

-¿Su relación con los presidentes?

-Bastante buena. Lo que pasa es que los presidentes tienen una forma de pensar y los jugadores tenemos otra. Hay presidentes que han intentado ayudar al Cacereño, como Nevado, como Cebrián, al que le pusimos ‘El sastre’ porque hacía muchos recortes (risas), pero era muy buen presidente, Tomás Rodríguez, que era una bellísima persona. Eran cacereños y se volcaron con el Cacereño y con Cáceres.

-¿El Cacereño ha perdido su cacereñismo?

-He sido ocho años socio del Cacereño y me he borrado, porque lo que no podía ver es que el campo no tuviera luz ni agua o no cobraran los jugadores. Dicen que si un mexicano, o sin son de Ávila, es que no lo sé... Ojalá estos señores suban al Cacereño lo máximo posible.

-¿Qué culpa tiene la afición?

-La afición es la que hay. Tú a la gente le tienes que dar cosas, si tú a la gente no le das cosas la gente no va, el campo en invierno es muy duro, es muy frío... Cuando se han hecho las cosas bien ha habido bastantes socios y el campo se ha llenado, es que lo he vivido, es que no hay una afición mejor que la del Cacereño. Y sin embargo me da envidia sana de equipos como el Extremadura, el Mérida, que han conseguido eso. Y Cáceres, teniendo la mejor afición de toda Extremadura, no lo hemos conseguido; pues no sé, algo falla, está claro.

-¿Cómo nació la Lambretta?

-Cogí la Lambretta con Marcos. Le dejamos el nombre porque nos gustó. La llevaba Alfonso, hubo un traspaso. Nosotros estábamos jugando al fútbol todavía, no teníamos ni idea de hostelería, no sabíamos nada. Y nos metimos. Fue una manera de decir: quiero quedarme aquí. Ha ido bien la cosa y ya son 30 años aquí.

-¿Qué es lo más bonito que ha vivido en este bar?

-Lo primero, la clientela, que es maravillosa. El otro día me gustó mucho lo que me dijo una pareja: «Jesús, nosotros nos conocimos aquí...» Muchas parejas que son ahora matrimonio se han conocido en la Lambretta y eso es una cosa muy bonita. Y otra cosa es la visita de los Reyes Magos cada madrugada del 6 de enero. Son 25 años los que llevan viniendo. No me gusta ni dar publicidad, y nunca digo nada, pero en una entrevista como esta... porque no quiero sacar ni beneficio ni nada, porque han venido aquí y se ha hecho una tradición. Suelen llegar cuando ellos terminan su jornada y entonces vienen a repostar (carcajadas), que también se lo merecen.

-¿Cuáles son las dotes de un buen hostelero?

-Tienes que tener un talante bueno, ofrecer a la gente alegría y que te vean que haces las cosas sin forzar. Cuando estoy detrás de la barra disfruto y veo a la gente que está contenta cuando están bailando. Es muy importante tener una sonrisa y un agrado, es que creo que muchas veces lo hacemos muy difícil y es muy fácil.

-¿Qué ha pasado para que ocurra todo esto en La Madrila?

-Tengo muchos compañeros y amigos, y sobre todo un amigo importante, y si lo viera desde fuera lo diría también: es injusto. Que hay que arreglar los ruidos, estoy de acuerdo; no soy ningún cromañón, y la gente tiene que descansar. Pero de eso a lo que hay, no. Se ha llevado demasiado lejos y hay muchos filtros para no llegar a esto. Y espero que estas personas no tengan que ir a la cárcel, porque sería muy injusto.

-¿Cree que no entrarán en la cárcel?

-Qué me gustaría más que decir que no. Me encantaría. Yo estoy con un amigo mío y sé que no duerme por la noche solamente de pensarlo. Que es muy duro eso (se emociona). Ellos han pagado sus multas, han hecho todo lo posible... Es que no creo que por eso se tenga que ir a la cárcel. Es gente que está ganándose su sueldo, crean puestos de trabajo y eso son cosas importantes para una ciudad. Creo que somos un engranaje más de la ciudad, un eslabón más de la sociedad, un impulso económico.

-¿Usted está de acuerdo con eso de que Cáceres se muere?

-Es una ciudad muy bonita y cómoda. ¿Cómo se va a morir esto? Pero esto es cambiante. Antes venía gente de Madrid, de Granada, Badajoz vivía aquí y ahora Badajoz nos ha doblado. ¿Por qué no vienen tantos estudiantes? Eran una fuente de riqueza y si tú no das alegría aquí, los estudiantes dicen: ‘Tu tía’. Antes no había ni un piso. Alquilar un piso era una lotería, lo tenían todo ocupado los estudiantes.

-¿Y quién tiene la culpa de eso?

-Si yo lo supiera...

-Todos culpan al ayuntamiento...

-Nooo. Yo le voy a decir una cosa, para nosotros de las alcaldesas que más nos han ayudado han sido Carmen Heras y Elena Nevado. Nos han ayudado muchísimo en todos los aspectos. Y lo repito donde sea. Y lo digo de verdad.

-¿Y han venido aquí a tomar algo?

-Eso es secreto de sumario (risas).