-Subhas Yadav, profesor de español en India y erasmus mundus en Extremadura, pasaba hace una semana por este espacio y le lanzaba la siguiente pregunta: ¿Qué similitudes encuentra entre la danza india y el baile flamenco?

-Si nos remontamos a la historia del flamenco sabemos que es un arte que tiene una influencia de muchas culturas: bizantina, árabe y judía, pero también hay algunas teorías de que hubo influencias muy marcadas de la India a través de sus danzas religiosas.

-Describa su infancia...

-Soy el pequeño de tres hermanos. Mi madre, ama de casa; mi padre siempre se ha dedicado al negocio de la mecánica. Nací en Pardaleras, un barrio obrero de Badajoz, y lo recuerdo de una forma especial, una calle de vecinos donde había mucha unión, de modo que la vida no la hacíamos dentro de casa. Nos conocíamos todos, y eso lo añoro porque ahora vivimos demasiado deprisa. A dos minutos andando había un polideportivo donde empecé a bailar; un día que iba con mis amigos caminando escuché una música, me metí dentro y comencé a dar mis primeros pasos de la mano de dos chicas que impartían allí clases de sevillanas.

-Hable de su colegio...

-Estudié en la Compañía de María justo el primer año en que lo convirtieron en colegio mixto. Éramos cuatro niños, rodeados de monjas y chiquititas; fuimos los niños mimados porque nos cuidaban muchísimo.

-Así que fue un niño feliz...

-Sí. Fue una infancia muy diferente a la del resto de mis amigos, pero la recuerdo con muchísimo cariño. Era una infancia feliz, muy exigente por otra parte porque yo lo que hacía era estudiar pero, a la vez, el tiempo que me quedaba libre bailaba. Yo no tenía botas de fútbol, tenía botas de baile. Era como un juego, pero con los años me di cuenta de que no lo era, de que estaba formándome en un oficio.

-Hablando de botas, ¿como las teles solo hablan de fútbol es imposible que un niño quiera ser bailarín?

-Todo lo que salga en televisión va a influir sobre las nuevas generaciones. A nivel nacional e internacional se baila muchísimo y no tenemos la suerte de que eso salga en un programa de televisión, por eso me gusta reivindicar que haya muchos más espacios culturales en los medios. ¿El fútbol? Son masas, es normal. ¿La danza en el chico? un chico que baila todavía se identifica con el mundo gay porque sigue influyendo la educación que nos inculcan en casa. Si los chicos bailan hip-hop son muy machotes, no pasa nada, si bailan flamenco los etiquetan vulgarmente como mariquitas. En ese sentido tengo una anécdota, y es que cuando me fui a Sevilla todos los chicos de la compañía eran heterosexuales, el único homosexual era yo.

-A sus 8 años algo cambia...

-Sí. Fue en ese polideportivo al que decido apuntarme a bailar, solo, sin decirle nada a mi familia, hasta que tuve que pagar las 100 pesetas al mes y se lo tuve que contar a mi madre.

-Y a los 10 debuta en la escuela de Alfonso El Maleno en Badajoz...

-Bailaba sevillanas, pero despertó algo que me pedía más. Entonces había en Badajoz tres maestros que eran los que se habían ido en su momento a Sevilla, y me apuntaron con uno de ellos, Alfonso El Maleno, que tenía una escuela en la que estuve hasta los 18 años. Gracias a ese centro empecé a subirme a muchos escenarios y cogí una soltura y una libertad muy grandes. El paso siguiente fue marcharme a Sevilla con mi maestro, Manolo Marín. Allí descubro que sabía bailar pero que no sabía flamenco. Aquí bailaba sevillanas, rumbas, un poquito por alegrías, pero desconocía la realidad del flamenco en su conjunto, que es tan amplia y tan apasionada, y hay tantos palos y hay tanto que aprender... Fue otro comienzo. Siempre digo que han sido tres comienzos importantes en mi vida y que el más marcado fue cuando me dije: «Ah, esto es el flamenco, qué duro, yo que llevo tantos años trabajando, llego a los 18 y tengo casi que volver a empezar».

-Así que se fue a Andalucía. ¿Hay que emigrar a la fuerza de Extremadura?

-Hubo una época en la que sí, y era super necesario, pero simplemente porque no teníamos los medios de hoy. Disponemos de unas redes sociales maravillosas a través de las que puedes estar informado de lo que existe en el mundo. De hecho, volví a Extremadura hace tres años y medio porque me sentía en deuda con mi tierra y monté mi escuela. Por tanto, si alguien hoy del mundo del flamenco quiere irse, que sea porque le apetezca, no por necesidad. Formarse pueden formarse aquí, tanto en mi disciplina como en otras muchas. Ahora esa generación de jóvenes nos compete y estamos ahí en nuestro sino de que eso no pase.

-En 2003 actúa en el Teatro Châtelet de París como solista en el espectáculo ‘Picasso et les ballets’ y en 2004 pasa por la Bienal de Flamenco de Sevilla junto a Rafaela Carrasco y Belén Maya en el espectáculo ‘Los caminos de Lorca’. ¿Qué aportaron ambas figuras, Picasso y Lorca, al baile flamenco?

-Desde 2002 pertenecía a la compañía de Cristina Hoyos, un nexo de unión que continúa, pero nunca había trabajado en el flamenco a nivel teatral. A Lorca lo amo porque no puede ser más extenso; y haciendo algo relacionado con Picasso empiezas a descubrir otro mundo, y dices: «Esto no se acaba, sé bailar, sé de flamenco, tengo la técnica, pero es que ahora tengo que interpretar». Lo que me aportó fue meterme en el mundo de la interpretación y hacerlo a través de dos grandes genios. Descubrí que hay que tener mucho respeto a la hora de hacer las cosas.

-Así que el baile es teatro...

-En el flamenco, como somos muy apasionados o somos muy dramáticos, lo que hacemos al fin y al cabo no deja de ser una interpretación. Siempre que me tengo que subir a un tablao lo que hago es expresar, contarle al público una parte teatral e interpretar, con lo cual la danza no deja de ser al final un teatro. Es verdad que hay una técnica, pero también una expresión, aparte de meterte en el personaje que te marca el director de la obra.

-Habla de la pasión y del apasionamiento. ¿A veces se siente como un equilibrista sobre una cuerda tratando de vencer todos los tormentos?

-Tenemos la suerte de usar el arte para soltar todo lo que llevamos dentro: la euforia, la tragedia, un desamor, una muerte. Subirme a un escenario y bailar por soleás o seguiriyas es un canal de desahogo y al final es un privilegio. Duele porque sacarlo también duele, pero cuando estás positivo y tienes la suerte de poder expresarlo, es algo maravilloso.

-¿El bailarín es un cantaor ficticio?

-Me siento un cantaor frustrado. Intento cantar en mis clases y les digo a los alumnos: «No os vayáis» (risas). Aunque sí tenemos una obligación de saber de cante, nos debemos a él.

-En el año 2011 baila para la duquesa Camilla de Cornualles y la duquesa de Alba en el Museo del Baile Flamenco de Sevilla. Hable de ello...

-Éramos cinco compañeros, tres chicas y dos chicos, de la compañía de Cristina Hoyos. Tener a esas personas en primera fila y ver sus caras de decir «qué maravilla lo que estoy viendo»... Se fueron enamoradas. Fue un momento muy especial, son esos regalos que te da la profesión.

-Ahora se está hablando del baile bohemio, transgresor, y le he oído a José Mercé decir que lo más vanguardista del flamenco va a ser volver a los orígenes...

-El flamenco es un arte vivo y como tal debe evolucionar. Siempre ha habido revolucionarios, gente que le ha gustado investigar e ir en contra del purismo. Estoy a favor de la gente vanguardista, me encanta ver a una Rocío Molina, me encanta ver a un Israel Galván. No podemos bailar ni cantar igual que hace 50 años, pero luego mi forma de entender el flamenco la comparto totalmente con Mercé. Creo que lo más vanguardista llegará a ser volver a ese punto del flamenco tradicional pero muy fresco, porque esto es un continuo movimiento.

-En 2013 trabaja en el prestigioso Festival Flamenco de Nìmes con el espectáculo ‘Extremadura. Territorio Flamenco’, del que obtuvo unas críticas muy elogiosas...

-Sí, fue fue una gran experiencia junto otros compañeros como Pedro Cintas y Celia Romero. Tuvo gran repercusión y muy buenas críticas en la prensa. Fue una noche de esas que ‘todo sale bien’. Y tuve la suerte de poder estar presente en el mismo festival el año pasado, pero esta vez como director y coreógrafo. Aparte de bailaor tengo muy marcada dentro de mí la coreografía, también me gusta la dirección. Tenía mucha ilusión en plasmar algo bajo mi dirección y hacerlo junto a Juan Carlos, mi pareja. Quería coreografíar esa parte y poder hacerlo solo con mujeres, con el espectáculo ‘Mehstura’, que era también un reto. Ha habido mucho machismo hacia la mujer en el mundo del flamenco y se trataba de reivindicar esa parte. Y llegar a ese festival de Nimes, poder mostrar a esas siete mujeres (Nane Ramos, Vicky González, Miriam Cantero, Sara Castro, Rosa Escobar, Eva Soto y Zaira Santos) fue maravilloso. Por suerte tuvimos unas críticas tanto a nivel nacional como internacional dejando a Extremadura en una buena posición. Fue una alegría para todos.

-Japón es para usted un talismán, un país donde también ha mostrado con éxito su arte...

-La primera vez que acudí fue en 2002, la última en julio pasado durante un mes y pico. El viaje de 2011 lo recuerdo especialmente porque acudí a un acto benéfico que se celebró a propósito del terremoto. He tenido la suerte de visitar 11 o 12 veces el país. Este año volveré a viajar en agosto.

-Ahora está embarcado en dos importantes proyectos...

-El primero tiene que ver con la enseñanza, estamos con la idea de montar un centro de artes escénicas y tengo mucha ilusión por dejar algo para el futuro de Extremadura. Ya tenemos la maqueta. El otro es montar mi propio espectáculo, que no lo he hecho nunca porque no lo sentía. Me gustaba más dirigir, montar o colaborar en otras compañías. Y ahora, con 38 años, me llega un poco tarde, he tenido la necesidad de crear mi proyecto.

-38 años nunca es tarde...

-Nunca es tarde para nada, pero hay que ser consciente que para la danza los años corren en tu contra. Con 55 o 60 años no me gustaría verme bailando porque las articulaciones van a doler mucho, puedes dar pinceladas... Eso sí, la edad te enriquece para ser docente, director o coreógrafo.

-La música es claramente un antídoto. ¿Cuál es su preferida?

-Me gusta toda la música. Me encantaría tener mucho más tiempo para tener mucha más cultura musical, pero como lo que más me gusta es el flamenco casi siempre escucho flamenco, aún así me gustan todos los géneros musicales. Me gusta mucho la música clásica, la zarzuela; de hecho recientemente, el mes pasado, he trabajado para el Teatro de la Zarzuela en una obra dirigida por José Carlos Plaza, ‘El gato montés’. Y me gustan mucho las baladas, y me levanto por las mañanas y me pongo a mi Manuel Carrasco, que me encanta (risas).

-Y fíjese que hay gente que piensa que esto de bailar tiene que ser gratis y no se da cuenta de que detrás hay toda una industria, gente que come de esto...

-Estoy en contra de la cultura gratis. La cultura no puede ser gratis porque detrás de eso hay muchas horas de trabajo, hay una carrera, hay mucho tiempo de dedicación. Realmente el pueblo debería cambiar el concepto de: «Vamos a ir a ver esto que es gratis». No, vamos a ir a ver este espectáculo patrocinado que lo pagamos todos a través de la diputación o de la Junta.

-Le estamos escuchando y nos está dando la sensación de que el baile es un batiburrillo de placeres...

-Sí, hay veces que hasta te puede dar una pizca de locura. Se mezclan tantos placeres en uno y tantos sentimientos que muchas veces se puede quedar tan dentro de ti que te marca. Llegamos a experimentar tantas sensaciones que hay ocasiones en las que he salido de ensayar o de impartir clases, y como cuando doy clases me encanta darlas de forma tan expresiva y tan real para que el alumno pueda llegar a impregnarse de todo, y se me ha juntado mi vida profesional con mi vida personal, y me digo: «No sé si estoy triste o estoy feliz porque me ha pasado algo o porque me he metido tanto en este papel de un cante o de un baile».

-Terminaremos esta entrevista con una bateria de preguntas muy breves. La primera, ¿qué es la esencia?

-Lo que uno lleva dentro, personal e intransferible, y es capaz de transmitirlo al que está en frente.

-¿Qué es el compás?

-Es una métrica que se puede enseñar, pero es algo innato que llevas dentro y late al ritmo de tu corazón.

-¿Qué es la competitividad?

-Querer superarse a sí mismo.

-¿Y la política?

-Una gestión.

-¿Qué es el amor?

-El tren que me hace parar cada día en una estación diferente.

-Y para finalizar, ¿qué es, a su juicio, ser libre?

-Poder hacer lo que uno siente en cada momento.