-Usted es de Don Benito, de Don Benito de toda la vida...

-Que me llames de usted conociéndonos hace 30 años...

-Mero formulismo periodístico...

-(Risas). Ya, pero es que cuando voy a comprar y me llaman de usted me sienta muy mal. Soy un eterno joven, un Peter Pan, y sí, soy de Don Benito de toda la vida, calabazón de pura cepa.

-¿Don Benito es pueblo o ciudad?

-Siempre digo que Don Benito es un gran pueblo y una pequeña ciudad.

-¿Y es apático?

-Depende de para qué. Comercialmente tiene una vida bárbara, un ritmo frenético. Acabo de estrenar allí ‘Mi última noche con Sara’ y he visto que no hay apatía. Se agotaron las entradas, lo que demuestra que la gente está ávida de actividades.

-A usted le llaman Perli, ¿por qué, porque era un perla?

-Hay quien me dice que soy una perla sin pulir, pero no, lo de Perli viene por una obra de teatro de Federico García Lorca, ‘Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín’, que protagonicé. Yo era don Perlimplín y la gente tendía a ir reduciendo, Perlimplín, Perlim y al final me quitaron la ‘m’ y se quedó en Perli. Un amigo del mundo de la farándula me ha dicho hace poco que más que Perlim, me tendrían que llamar Merlín, porque en el teatro soy mágico: todo lo que toco parece que lo convierto en oro.

-La primera vez que se subió a un escenario tenía 10 años. Lo hizo en el Donoso Cortés, un colegio público. Usted fue más de colegio público que de Claret...

-Sí. Soy de colegio público. Estuve en un colegio público, mis hijos han ido a un colegio público, siguen estudiando en centros públicos. No tengo nada en contra de lo privado, por supuesto, pero soy más de público.

-Lo público como filosofía de vida...

-Sí, sí, en todo, en la sanidad, en la educación, en la cultura... Siempre he creído que detrás de lo público hay grandes profesionales y grandes medios.

-A los 17 dejó sus estudios después de ser seleccionado para la obra ‘El crimen de Don Benito’, a las órdenes de Antonio Corencia. ¿Se arrepiente de haber colgado los libros?

-Veo que sabe usted mucho de mi vida (carcajadas). Tengo ahí una contradicción. A mis hijos les digo que lo importante es el estudio y la formación, pero yo todo lo he aprendido en la calle, he sido autodidacta y lo que me ha interesado, lo he absorbido; y a lo mejor no sé de Matemáticas, pero sé de las cosas que me gustan. Así que no me arrepiento, aunque me hubiera gustado haber tenido más formación académica.

-José María Salguero, profesor de Literatura en el Instituto de Formación Profesional Cuatro Caminos, fue una de las primeras personas en darse cuenta de que por sus venas corría el teatro. Juntos crearon Carasio, la primera compañía teatral que tuvo Don Benito...

-Efectivamente, entonces ya estaba en el instituto. Era muy dicharachero, me cogían para todos los saraos que se organizaban, para presentar los villancicos, para lo que fuera, porque me gustaba, como usted bien sabe, lo de los micrófonos. En una de las funciones que se montó en el instituto, Salguero vio en mí una cualidad, que ponía más ganas o me motivaba más que algunos compañeros que se aprendían el papel y lo soltaban. Yo no, yo me lo creía, me metía en el personaje. Él decía que por mis venas corría sangre de actor y eso me llevó a presentarme a las pruebas del Centro Dramático que se abría por primera vez en Extremadura. Eso fue en el 84 y estuve a las órdenes de Antonio Corencia para hacer ‘El crimen de Don Benito’, la primera producción de esta institución.

-Luego llegaron éxitos que algunos recordamos, como el programa de cuentos en Radio 80 Serie Oro que hacía junto a Pablo Sánchez y Pedro Pino...

-Bueno, bueno (sonríe). Ahí empezó a correr también por mis venas la sangre de la radio. Porque al fin y al cabo la radio para mí era como un escenario. Abrir el micrófono era subir el telón. Lo que hacía era dramatizar cuentos. Tenía mucho que ver el teatro con la locución. Interpretábamos, dábamos vida a los cuentos, y qué etapa tan bonita la de Radio 80 Serie Oro.

-Y aquellos programas matinales que conducía en Radio Vegas Altas...

-Sí, donde usted era contertulio de algunas secciones, ¡y lo bien que nos lo pasábamos! Disfrutar de lo que te gusta y que se te permita disfrutarlo es lo más maravilloso. Particularmente ahora hago lo que más me gusta. Trabajo en la radio y soy productor de teatro. Me dedico a las dos cosas que más me apasionan en la vida.

-Usted es la voz publicitaria de Extremadura... ¿La voz envejece?

-Bueno, no sé si hasta ese punto. Sobre que si la voz envejece, creo que todo lo contrario. Las voces adultas y graves son más templadas e incluso para la publicidad y el doblaje me gustan más que las de los jóvenes. Ahora que pregunta esto, recuerdo la fantasía que nos hacíamos sobre cómo sería la persona que estaba al otro lado de la radio. No podíamos buscar en internet para verlos y es cierto que me ha sorprendido mucho la voz de gente que yo seguía. Y sé que he sorprendido a mucha gente cuando me conocía. Me preguntaban: «¿Ah, tú eres la voz de Los 40, de la SER, de Top Radio?» Se sorprendían porque por mi voz siempre parecía mayor de lo que realmente era.

-En 1993 montó su compañía, Rodetacón, y estrenó ‘Una hora sin televisión’, su primer montaje. Esa obra no pasa de moda. Ahora no sabemos estar una hora sin redes sociales, una hora sin whatsapp...

-La obra trataba los malos tratos a la mujer, y por eso puede estar vigente el texto de Jaime Salom. Creo que lo de la televisión ha pasado de moda porque es un lugar de contenidos a la carta que puedes ver cuando quieras. Ahora podemos estar una hora sin televisión y lo que no podemos estar es una hora sin móvil.

-Después llegaron ‘La zorra y el escorpión’ y ‘La boda del comecocos’...

-En ‘La boda del comecocos’ empecé a conducirme por el mundo de los musicales. Aunque el primero que hice fue ‘Alicia en el país de las maravillas’, a las órdenes de Antonio Corencia en el Centro Dramático de Extremadura. Corencia era un director muy avanzado a su tiempo y la obra la hicimos con música en directo del grupo Coup de Soupe.

-Esa misma compañía alcanzaría su gran éxito en 2003 con ‘Yo soy aquel negrito’, su primer montaje profesional como productor, escrito por Miguel Murillo. Fue un triunfo arrollador, con 302 representaciones...

-Es una obra que recuerda muchísima gente. Para mí es muy importante, fue mi mayor escaparate y mi reconocimiento como compañía profesional. La monté sin ayuda, sin subvenciones, sin apoyos, arriesgando mi propia casa. Me costó 16 millones de pesetas que avalé con mi vivienda, pero creía en ese proyecto y lo saqué adelante. De hecho, mi empresa se llama ‘El Negrito’ precisamente por esta obra, porque dejó una marca. Y a todos los pueblos a los que acudo me la recuerdan. Para mí es mi vida. Era muy emotiva porque fue un repaso de la historia de España desde los 50. De hecho se han cumplido 15 años de esa función y estuve a punto de volverla a estrenar añadiéndole una década más...

-Nunca es tarde...

-Metería nuevos capítulos, claro.

-Tendría que meter a Pedro Sánchez, a Pablo Casado, a Albert Rivera, a Pablo Iglesias, a Santiago Abascal...

-(Risas). Se podría hacer una buena parte de comedia porque, al fin y al cabo, el sistema político de hoy convierte al Congreso de los Diputados en un circo, en un escenario no sé si dramático o cómico.

-Hizo ‘Pasando Revista’, ‘El Mago de Oz’... ¿será el rey de la Gran Vía?

-La Gran Vía es lo más grande que hay. He pisado con mis obras los principales teatros de Madrid porque en Extremadura aparte de buen jamón, buen pimentón y buen queso hay muy buena gente que trabaja en el mundo de la cultura con máxima calidad. Mis espectáculos han estado en el Nuevo Apolo, en el Alcalá, en el Calderón, en el Reina Victoria que ha sido el último... Las tablas de esos teatros las han pisado producciones extremeñas, y la Gran Vía, que para mí es un referente, sé que la voy a tocar dentro de muy poquito tiempo, no tardará mucho. Mi sueño sería tener un teatro, en la Gran Vía o en cualquier pueblecito.

-Y hay buenas y bellas Helenas...

-Otro trampolín importante fue ‘La bella Helena’, una obra que llevamos a Mérida y que me ha dado muchas satisfacciones. Estoy aprendiendo mucho, cada proyecto en el que me meto es cada vez más ambicioso, pero para aprender, porque me gusta rodearme de los maestros, de los grandes; escudriñar las tripas de cómo se engendra un buen musical, para poderlo aplicar a mis producciones. Me siento satisfecho de haber recorrido los principales teatros de España, de haber estado en Madrid, pero me gusta ir a Jaraíz de la Vera, a La Haba, a Campanario... a los pueblos pequeños, y poder hacerles disfrutar con espectáculos de calidad.

-¿Cuándo le entra el mal genio?

-Cuando las cosas no salen bien. Soy muy disciplinado, muy serio a la hora de trabajar, me gusta el orden, las cosas bien hechas. Me enfado cuando las cosas no salen por falta de concentración o de dedicación, cuando no se cumplen los tiempos; soy muy puntual.

-Para que no se enfade, y con justa razón, hablemos de lo que le ha traído aquí: Sara Montiel...

-Tenía conocimiento de este espectáculo, que se estrenó en el Teatro Rialto de la Gran Vía, en 2016, el lugar donde se visionó por vez primera ‘El último cuplé’, una de sus grandes películas. En ‘Pasando Revista’ hacíamos un homenaje a la revista musical española con personajes de la época que fueron verdaderos mitos, como Lina Morgan, Celia Gámez... Veía a Sara Montiel como otro gran mito, una gran artista, una persona avanzada a su tiempo, una mujer libre, que tuvo que tenerlo muy difícil como artista y como mujer. Sara no había tenido un reconocimiento, y ese espectáculo nació como un homenaje, pero murió. Me dije: ‘Lo quiero mover por Extremadura’. Y lo resucité. Me puse al habla con sus creadores para hacer una producción nueva. Estamos llenando los teatros y estoy muy contento viendo cómo sobre todo la gente mayor se emociona, se divierte, se ríe, disfruta con sus canciones: ‘Fumando espero’, ‘Bésame mucho’, ‘Quizás’, ‘Tatuaje’, ‘La violetera’... Se da a conocer no solo a Sara como artista sino como persona, su defensa de la mujer y de la libertad. Estoy muy contento de haber resucitado a Sara y quiero que llegue a todos los teatros extremeños.

-Sara era el Hollywood español...

-Ella fue la primera española en conquistarlo. Fue lo que es hoy Penélope Cruz, con la diferencia de que Sara no sabía leer, no sabía inglés, no tenía traductor en un móvil... y llegó a Hollywood y se codeó con las grandes figuras del celuloide, de la política y de la sociedad americana.

-Además fue una de las indiscutibles protagonistas de aquellas películas protagonizadas por mujeres en una época en la que muy pocas se atrevían a desafiar al machismo...

-Por encima de todo era una mujer libre, y esa libertad la plasmaba en sus películas; sus papeles siempre llevaban algo de su personalidad.

-¿Hablaba de las personas mayores, pero qué imagen le queda a las nuevas generaciones de Sara Montiel, además de ese personaje algo excéntrico que salía en televisión fumándose un puro?

-Mi hijo de 21 años fue al estreno y le gustó la historia de Sara Montiel. Y creo que es porque las nuevas generaciones se dan cuenta con este espectáculo de que en aquella época hubo mujeres como Sara a la que apedrearon por llevar pantalones, por eso rescatar su figura para el teatro es defender la libertad y la igualdad de las mujeres. Es reivindicar el papel que la mujer debe ocupar en la sociedad, en los medios de comunicación, en los puestos directivos.

-Es una biografía, pero no al modo cronológico tradicional, sino que capta la Sara completa en una sola noche...

-Es la verdad de Sara Montiel. David Planell, director y autor de la obra, ha plasmado a través de una noche el momento en el que decide grabar el último disco que la vincula a su discográfica para ser libre, no quiere seguir atada. Esa última noche le cuenta a su asistente sus vivencias en Hollywood, la lucha que ha tenido con los productores, cómo salió muy pequeña de su pueblo, Campo de Criptana, para ganarse la vida. Una mujer luchadora para conseguir su propósito: la libertad.

-¿Sara cabría en la España de hoy?

-Por suerte ya hay muchas Saras Montieles. Lo jodido era entonces, luchar contra ese machismo que especialmente sufrían las artistas. Siempre me acuerdo de Florinda Chico, que en mi pueblo había sido muy criticada.

-Sí, repudiada por Don Benito...

-Sí, por ser artista, por ser libre.

-Pensaron que ser actriz era sinónimo de ser casquivana. Es lamentable...

-Así es. Ser libre era ser caliente.

-Aún así Sara se convirtió en icono para una España a la que volvió libre y moderna en plena dictadura...

-Es para venerarla.

-¿España es hoy más moderna?

-La España de hoy es más moderna. En la España de entonces, la moderna era Sara. Hoy podría ser una más, pero en su época despuntó porque nació para vivir en la España de hoy. Fue el rojo sobre el gris.

-Pero fíjese que el otro día escuchaba a Antonio Banderas decir que Franco está hoy más vivo que en los 80...

-Es cierto, se ha producido un retroceso, pero quiero precisar que en los 80 vivimos una España en la que había que romper con una dictadura. Entonces lo moderno fue la movida y lo punk, pero para mi madre lo moderno eran los guateques, ponerse la minifalda y cantar ‘La chica ye-ye’. Cada época tiene su tiempo y ser moderno lo marca uno mismo siendo contemporáneo, actual. La modernidad está en la cabeza, no en las décadas.

-En la función es vital la música...

-Las versiones de Juanjo Molina están muy bien hechas, la gente grita en la obra: ‘Canta otra, canta otra’, como si fuera un concierto. Guadalupe Lancho, la actriz protagonista, es tan buena que viéndola ves a Sara y revives el pasado.

-Y ahora llega a Cáceres, ciudad donde nació el maestro Solano, compositor de algunas de las canciones más famosas de Sara Montiel...

-Así es. Solano es todo un referente. El viernes, 5 de abril (20.30) en el Gran Teatro. Compren las entradas (risas).

-¿Y después de esto?

-Estaremos del 3 al 7 de abril en el Teatro Bellas Artes de Madrid con ‘La Bella Helena’ y un nuevo proyecto que verá la luz este verano.

-Pues suerte...

-Muchísmas gracias.

-Y al toro, ahora que hasta nos prohíben hablar de toros...

-No me gustan los toros, pero hay que ser tolerante con todos porque hay a quien le gustan los toros, el fútbol, cazar, pescar...

-Y hay a quien le gusta pecar....

-Eso es bonito (carcajadas). Todo el mundo debería pecar.