La historia de los Gutiérrez es tan extensa como años llevan instalados en Mérida. Hoy en día son toda una institución en la ciudad y forman parte de la capital como un monumento o calle más. Sin embargo, la noticia de su cierre ha supuesto todo un golpe para la ciudad y para los vecinos de Mérida.

Casi dos siglos de historia parecen tener los días contados. Los tan característicos caramelos de ‘la Mártir’ dejarán de darle dulzura a una vida que cada vez, y sobre todo en los tiempos que corren, se hacen más necesarios. Eso será en diciembre, cuando Mari Carmen Martín y su madre, Carmen Macías, que aún sigue tras el mostrador en repetidas ocasiones, bajen la persiana de la confitería por última vez, quedando a la capital extremeña sin uno de sus locales con más historia de la localidad. El motivo de este cierre es la próxima jubilación del pastelero del obrador que les surte. Aunque ya tiene la edad, el ERTE que sufrió hace que todo se retrase algo, y aunque les aseguró llegar a las navidades, el 31 de diciembre no acabará uno de los peores años que se recuerdan, también significará el final de esta confitería.

Durante el día de ayer, muchos emeritenses y visitantes se acercaban para comprar algunos de los variados dulces, merengues o pasteles caseros que suelen hacer cada día. También, como no podía ser de otra manera, para la compra de alguna que otra bolsa de caramelos de la Mártir que tanto se va a extrañar por las calles de Mérida y de varias ciudades ya que también se venden fuera de la ciudad. Aún no saben muy bien qué pasará. La propia Mari Carmen cuenta que de momento no tienen intención de hacer un traspaso del local, al igual que no sabe qué pasará con los caramelos ya que aunque ellos siguen «explotando» su comercialización, la patente está a nombre de su madre y los hermanos, por lo que aún deben sentarse a tratar qué hacer con ella; si venderla, cederla o directamente parar su explotación.

Lo que sí es seguro es que se extrañará ver la persiana cerrada de este mítico local de la plaza de España. Uno de los clientes que salían de ella en la mañana de ayer sentía «que se va a ir una parte de la ciudad. Como cuando se va un amigo o alguien cercano. Crecí comiendo los caramelos y tanto yo como mis hijos y familia somos muy de dulces y los de aquí son de lo mejor que comimos nunca. Es una pena, pero son circunstancias que se entienden y que no se puede hacer mucho por ello», dijo.