TEtsta mañana amanecí temprano y con una buena excusa para tomar migas como desayuno. Anoche ya dejé preparadas mis botas, el chubasquero por si acaso y una pequeña mochila con algo para el camino. Hoy espero poder ver una nutria de las tantas que viven en el río Guadiana a su paso por Mérida.

Después de leer la prensa, salgo a hacer senderismo por los alrededores de mi querida ciudad. También hoy lo harán otras tantas personas por el entorno monumental y natural de Mérida gracias a la III Ruta Monumental Senderista, que aspira a ser un evento de categoría nacional.

Recuerdo las palabras de aquella canción que me acompañó en la infancia y que hablaba "abrir una ventana en la mañana y respirar". Ese es mi deseo en esta jornada encapotada de nubes, con aroma a tierra mojada y tonos grisáceos que tiñen de melancolía las delicadas garzas que elegantes pasan de puntillas entre la vegetación próxima al río. Los caminos se han desdibujado debido a las lluvias, como también lo hacen en mi memoria traidora aquellas excursiones al campo los domingos, cuando aún cantaba una calabaza televisiva Un, dos, tres , y que tienen algo que ni la peor de las crisis me podrá arrancar. Momentos felices que obviando la estética ochentera que aún contemplo en las fotos, quisiera revivir hoy, sin bicicleta con la que hacerme "piteras" en las rodillas, pero con la misma ilusión prendida en el iris.

Si vamos hacia Alange volveré a detenerme a contemplar el bosque de nidos de cigüeña en el que se ha convertido una antigua edificación y rememoraré mi adolescencia al pasar por aquella discoteca de verano, Yuyu, de la que hoy solo queda el esqueleto descansando junto al Guadiana. Algunos eucaliptos torpemente plantados nos cobijarán mientras disfrutamos de las pechugas empanadas que llevamos en la tartera.

Así, recargaré baterías y cogeré fuerzas para, como decía Machado entonado por Serrat , "hacer camino al andar".