El primer martes de este mes comenzó el Año Nuevo Chino, que siguiendo su horóscopo viene marcado por el signo del cerdo. A diferencia del Zodiaco de los babilonios, que dividía los signos en doce meses, en la gran China el horóscopo divide los años en representaciones animales que se repiten cada doce años.

El origen mítico y legendario de esta tradición se ubica en una carrera para asistir al banquete en honor del Emperador de Jade: la rata fue la más rápida y el cerdo, con sus andares, el más lento y último. El cerdo, como en el jamón, cierra el ciclo.

Primera conclusión chestertoniana: cuando uno no cree en Dios, no es que crea en algo, es que cree en cualquier cosa. Igual da zodiaco que lotería, que tarot que las rayas de la mano, una vidente o el partido comunista. Y esto lo escribo desde el respeto a que cada uno piense o crea lo que quiera, faltaría más, convencido de que nadie tiene que justificar sus creencias o ser señalado por ellas. Pero yo soy católico y me enorgullezco de ello; es más, me dan cierta pena quienes dicen «voy a misa» casi pidiendo perdón, en vez de sacar pecho, más ahora en los momentos difíciles en los que vamos a contracorriente.

Sería bueno echarle ganas a nuestra vida católica porque uno de los secretos de la felicidad es la libertad y el secreto de la libertad debe ser el coraje (todo esto sin pontificar, ¿eh?). Cuando la vida duele hay algo que nos salva, esa es nuestra ventaja.

Discutía Unamuno con un filósofo chino que le ponderaba las virtudes de Confucio y el confucianismo o Escuela de los letrados y hartito de la perorata el del Bilbao le dijo: ¿Si no creo en la religión católica que es la verdadera voy a creer en la tuya? (claro que también dijo Unamuno que el mundo era como Bilbao pero más grande).

Hablando de chinos, el Partido Comunista chino promete castigar a todo aquel que «crea en espíritus y seres sobrenaturales en lugar de en el marxismo-leninismo». Es más, están investigando a los afiliados que participen en organizaciones religiosas, sectas o grupos supersticiosos. Y después van y creen que un cerdo marcará este año su destino.

La vida, esa que te da tortas sin anestesia, tiene más dimensiones de las que pensamos, más colores de los que vemos, más sonidos de los que oímos, más sentidos que los cinco; pero es un deporte de alto riesgo, o lo juegas o no lo juegas y te arrastra.

Y que conste que estoy a favor de los productos del cerdo, es más, convencido de que el jamón hace hogar; hace años me regaló uno por Navidades Juan Ignacio Barrero y cuando en las tardes de invierno intentaba cortar lascas, casi en secreto, los trozos nunca llegaban al plato porque una pequeña mano se interponía: ¡eso es hacer familia en torno a un alimento!..

Pero me estoy desviando; conclusión: La vida es corta/no la veas pasar/entra en ella/. Y vívela/. Esto no se acaba aquí.