Han vuelto conocidos y saludados a enviarme, vía Whatsapp, felicitaciones indiscriminadas, genéricas y al buen tun tun. Ya ni me cabreo. Los amigos cuando lo hacen ponen ‘Rafa’, como yo con ellos, pero esta manía de felicitar a granel y después copiar con un clic ese mensaje navideño siempre me ha parecido impersonal, rutinaria, sin alma y de malquedas. Es un cumplo y miento que, en mi caso, conmigo mejor no lo hagas, oye.

Ahora, molestándome los que van a voleo, arbitrariamente y sin pensar en el destinatario concreto, peor es el que me ha felicitado estas «fiestas de invierno». Porque eso, eso, ya es recochineo. Ganas de guerra. Y no. A lo largo de la historia la Navidad ha sido época de celebración, alegría, buenos deseos y regalos. Quien me desea «felices vacaciones» o no me conoce o yo no le conozco a él, porque esa felicitación, por llamarla algo, ya marca una diferencia, una separación.

Y esto no es una batalla, por mucho que desde algunas instancias quieran hacerla intentando eliminar signos y símbolos religiosos de las celebraciones navideñas. El desear feliz Navidad no es tratar de imponer mis creencias cristianas a nadie, sino una manera de recordar el nacimiento de Jesús en el portal de Belén, que es lo que conmemoramos compartiendo unas felices Navidades.

Soy de los convencidos de que el comportamiento consumista que apareja la Navidad no logrará convertirla en una oda al materialismo ni un sucedáneo de la religión porque eso no te resuelve el problema del más allá. Siempre Chesterton: cuando uno deja de creer en Dios, acaba creyendo en cualquier cosa; por ejemplo: fiestas de invierno, solsticios de progres, catálogo de supersticiones, contubernio de sectas y ocultismos, inflación de horóscopos y tarots.

A favor, conozco a alguien que fue educado en el catolicismo y aunque abandonó la Iglesia todos los años pone el Belén junto con su nieto (como su padre lo hacía con él). Ese respeto por las tradiciones cristianas pervivirá, cómo no, por los siglos de los siglos porque ese rito eterno no hay grandes almacenes ni políticos de tres al cuarto que pueda con él. ¡Feliz Navidad!