Fuegos más que un espectáculo teatral me ha parecido un espectáculo concebido para el teatro romano a modo de recital dramatizado, que evoca un parecido formal con aquella lírica primitiva de estructura parateatral --de finales del siglo X y en el siglo XI-- contenida en las cantigas (monólogos) de poetas cultos sobre temas de amor y desamor expresados por voces femeninas.

'Fuegos', de Marguerite Yourcenar, es un texto experimental y vanguardista compuesto por nueve prosas líricas inspiradas en los mitos griegos, escrito en 1935/36, que contiene una violencia expresionista nacida de una pasión amorosa verídica. La pasión desbordante que la autora sentía por su editor, el joven André Fraigneau, con el que viajó mucho en esa época. Pasión no correspondida por la condición homosexual de Fraigneau. Y que en el relato, a caballo entre la confesión directa y la neurosis, desvela en todas direcciones --y sobre todo en la dirección de la trascendencia amorosa-- una crisis interior surgida de ese fracaso, que transforma el texto en uno de los más hermosos y valientes de sus bibliografías.

La versión esmerada de Marc Rosich sólo se ha centrado en lograr una criba de los monólogos del texto original y de introducir a la Yourcenar como protagonista, relatora intimista de dramáticas expresiones en torno al sufrimiento amoroso --sorbidas de algunas citas de su diario personal y de su obra-- dentro de un espacio alegórico de laberintos, que dejan libertad para la recreación moderna de diálogos y campo para las iniciativas dramáticas del director. Si bien, concretamente, a Rosich le ha interesado hilvanar y pulir los argumentos lacerados de tres mujeres: de María Magdalena, Clitemnestra y Safo, a través de las cuales la Yourcenar habla de si misma. Pues los desnudamientos emocionales de estos personajes son los que muestran el reflejo interior del dolor de la autora.

El montaje del catalán José María Pou, que se estrenaba en el festival como director escénico, nos brinda un espléndido recital de monólogos sin más estructura que la de un sutil y reflexivo juego pirandeliano deparado --en tres dimensiones-- por la relación entre la autora y sus personajes. Logra un trabajo compenetrado y seductor en la dirección artesana de los actores --de movimientos, medida, manera de narrar-- dentro de un ritmo intenso que nos deja trémulos de emoción. Sus puntos débiles son la carencia de una música más armoniosa y una luminotecnia más creativa.

En la interpretación, se observó en el elenco de la compañía una rigurosa entrega de las cuatro actrices: Carmen Machi monologando en primer plano a la propia Yourcenar, Cayetana Guillén Cuervo, que se mete en la piel de María Magdalena, Nathalie Poza, que interpreta a la vengativa Clitemnestra y Ana Torrent a la poetisa/equilibrista griega Safo. Brillaron sus voces perfectas en tonos, ritmos y volúmenes trágicos, que estrujan y conmueven. No obstante, destacó con momentos excelsos el rol de la Guillén Cuervo, que despliega todo el abanico de sus cualidades expresivas y técnicas para mostrar el gesto desafiante de su sufrimiento y de su furia, con la resonancia intensa de lirismo radiante de sus parlamentos.

Aunque el espectáculo ha tenido un indudable éxito, a muchos que conocemos este festival desde hace tiempo hay algo importante que nos subleva de este montaje y otros que se asientan en la palabra: que los actores usaran micrófonos, cuando en las piedras del teatro romano fue siempre un gran orgullo --desde la Xirgu a la Borruel-- representar sus personajes a viva voz y con lucimiento.