Sin haber fumado nunca un cigarro fue llegar a Pamplona y aficionarme a los farias con deleite; con deleite y con Xavier Fábrega (mi querido y añorado compadre) mientras íbamos por el campus de la Universidad de Navarra expeliendo aromas baratos. Era lo que había. De aquellos tabacos y de aquel tiempo me acordaré toda mi vida salvo que la vida decida que me vaya olvidando de lo que quiero. Con el paso de los años seguí fumando económico y siempre caía un purito (o dos) en el Romano, mejorando la especie tras su paso por los tabacos canarios hasta descubrir a los habanos. ¡Viva Cuba libre y sus tabacos!. Como en La Paralela, aquella peña iconoclasta del Rufino, histórico sanedrín emeritense, había buenos fumadores, una cosa llevaba a la otra y el compartir hizo de los habanos un pequeño y amistoso placer. Cuando se podía. Antonio Vázquez que me tenía cogido el punto (y la coma) ejercía su generosidad regalándome habanos (a él libros) y mi gusto tan torpe para tantas cosas en esto se volvió fino hasta llegar a distinguir un Hoyo de Monterrey de un Ramón Allones y las ocasiones para fumarlos. En las BBC´s se terciaba el Churchill de Romeo y Julieta (ahora prohibitivos: los últimos fueron en la boda de mi hija Elena; tengo uno para el bautizo de mi nieto) y esa afición la mantuve íntimamente unida a los partidos del Mérida y tertulias familiares.

En eso descubrí la amistad de Luis Carlos Fernández Sousa que de puros (y de la vida) sabe bastante y el catálogo de tabacos se incrementó. Alguien puede pensar que no pago casi nunca. Puede. Como siempre he sido fiel al Romano también lo he sido a los puros allí gracias a amigos generosos (todavía me quedan, Javi Gallego). ¡Qué bonito es cuando voy al Romano con el café “bebío” y mi farias “encendío”!. Aunque ya no son los que eran, sin aquella cajita amaderadaenmarcada en rojo, con aquel fumar que me hacía camionero o repartidor de pescado (sé por qué lo escribo). Ahora, en el Romano, los que en otros tiempos me reían las bocanadas, me expelen: “¡Angulo, chimenea, deja el puro!. Nada volverá a ser como antes. Y yo quiero volver, volver, volver, a mis puros otra vez, porque somos la pasión con la que fumamos las cosas y la añoranza del habano se hace más intensa en estos tiempos de ir por la vida distanciados, añorando el Romano, la Parroquia (la mascarilla es la rejilla), mis amigos, mi tabernita Chinche, mi Nevado, mi EFA; asqueado de eso que llaman “Nueva normalidad”; ¿nueva?, ¿normalidad? ¿Cómo lo normal puede ser nuevo?. ¿Quién mal parió ese término antitético y anarquista?. No quiero caer en el ya-más-adelante-vendrán- tiempos-mejores-y-ya-fumaré- ya…ahora es el tiempo oportuno para un buen habano. Fumando espero.