Ni con anuncios prohibiendo fumar se deja el tabaco en las dependencias del hospital del Servicio Extremeño de Salud de Mérida. No creo que sea una excepción.

Si se prohíbe fumar en determinados departamentos: oficinas, incluso en las salas de lecturas de las sociedades recreativas, trenes, autobuses, es impensable que se pueda fumar dentro de un centro sanitario.

Las colillas se amontonan entre las sillas de la entrada de las distintas plantas, principalmente la primera. Será por los nervios que pasan los padres y los abuelos a la espera del que va a venir al mundo y no se cansan de fumar un pitillo tras otro. Y después, oliendo a tabaco, se coge al niño recién nacido, se le besa y se le da todo el cariño del mundo envuelto en humo.

He sido fumador y no me importa que fumen mis amigos, que algunos lo hacen, pero me causa pena ver como con las advertencias que se están dando se sigue fumando en los hospitales, y, los hay, porque los he visto, echar un cigarro al salir de la UVI. Sería para celebrarlo.

El vicio, en algunos, es tal, que saben que se mueren, pero prefieren hacerlo con una colilla en la boca. Leer los mensajes que vienen en las cajetillas ya es significativo.

Hace unos días, un matrimonio fue al Centro de Drogodependencia Extremeña, en la calle san Juan de Dios, que ahora está en el centro de salud Obispo Paulo, en la Zona Sur, para dejar el vicio del tabaco. Para celebrar el comienzo de un acto fuerte de voluntad, la señora le dijo al marido: "tengo guardado una cajetilla, ¿nos fumamos el último cigarro?", y ambos encendieron un pitillo.