Unas cien personas se reunieron ayer en la plaza de Santo Domingo para rendir un homenaje a las personas que estuvieron prisioneras en el convento de San Andrés durante la guerra civil y la postguerra, la mayoría de Mérida y comarca, muchas de las cuales fueron fusiladas en el cementerio.

El presidente de la Asociación para la Defensa de la Memoria Histórica de Mérida y Comarca, Manuel Sánchez, señaló que era "un acto emotivo de solidaridad con los descendientes de quienes murieron". Además leyó un manifiesto, que contó con numerosas adhesiones, entre ellas las de las escritoras Rosa Regás y Dulce Chacón.

EXPERIENCIA

Tres personas mayores contaron su experiencias, como Guadalupe Cano, que recordó como se llevaron a su padre de la casa del pueblo de Arroyo de San Serván, junto con otros muchos, para fusilarlos. Y el ametrallamiento del alcalde de esta localidad en la plaza, para lo que avisaron previamente a todo el pueblo.

Leandro Barrera, de Calamonte, relató como su padre formaba parte de un grupo que se escondió en el campo, hasta que fueron delatados. El logró ocultarse en lo alto de una encina, a los demás los cogieron y fusilaron. Tras permanecer seis meses escondido en un pajar fue a parar al convento de San Andrés.

El convento de San Andrés fue un centro de detención por el que pasaron cientos de republicanos e izquierdistas. Los presos se hacinaban en el sótano y eran abandonados a su suerte, sin apenas comida ni cuidados, por lo que muchos morían por enfermedades como la tuberculosis, "no tenía nada que envidiar a cualquier campo de concentración nazi", manifestó Manuel Sánchez.

Lo que están tratando ahora es lograr que los propietarios del convento, donde se van a construir viviendas menos en la parte protegida del edificio, les dejen entrar en los sótanos, de cinco metros de altura aunque repleto de escombros. El objetivo es verificar si los presos dejaron escritos en la pared sus nombres o procedencias, pero, de momento, no han conseguido su propósito.

El acto terminó con la colocación de flores en las vallas que delimitan el convento de San Andrés.