Se nos prepara un fin de semana de brasero, botella y baraja. La botella que tengo en mi casa es un buen tinto de la tierra. Los hay muy bueno en toda la región, sin envidiar a ningún otro de ninguna ribera del Duero o del Ebro.

Y que no falte el brasero, ya son eléctricos, más limpios y no tienen tizones que podían provocar monóxido de carbono, una muerte dulce, te entra un sueño que al final estás en el otro mundo, pero con toda la glucosa del mundo.

Era entrañable echar una firma con la badila. Las mujeres tenían que tener cuidado con las piernas porque les salían cabrillas. Las cabrillas eran como varices. Los hombres, al llevar pantalones, no les salían. Cuando movías el brasero decías: Ave Maria Purísima . Te agachabas y movías el brasero y así, la mujer, joven o menos joven, cruzaba o juntaba las piernas. Más de uno no dijo la salutación cristiana y se encontró lo que deseaba encontrar y ya, en adelante, no le hacía falta el brasero.

La lambrera es la primera secadora del mundo. Siempre estaba llena de pañuelos, calzoncillos, toallas, servilletas, paños de cocina y, en ocasiones, cuando estaban solas algunas calzonas, ahora bragas, que por el pudor no se ponían si estaba la familia entera o algún visitante.

Encender el brasero de picón tenía su filosofía, y el cuidar las cenizas para preservar el brasero con el fin de que durara más. Hay braseros que hoy están muy cotizados, incluso puestos en el mejor sitio de la casa porque eran obras de arte, lo que ocurre es que nunca vi un brasero de cobre repujado en una camilla. Lo dicho, este fin de semana en casa y: botella, baraja y brasero.