La Semana Santa no son sólo las imágenes, también son sus cofrades, parroquias, entorno, con los monumentos romanos, y sus personajes, los que durante años han dedicado una vida entera a propiciar que la Semana Santa sea lo que es actualmente.

Uno de estos personajes, que aún se recuerdan, y que murió hace 34 años, fue Felipe Díaz Navarro, que era más conocido como Felipe, el de La campana. Nacido en los Santos de Maimona en el año 1900, se vino a vivir a Mérida a los catorce años. Su trabajo en uno de los comercios más carismático, La campana, le hizo tan conocido que se le llamaba por su puesto de trabajo, Felipe, el de La campana.

Enamorado de Mérida, y de todo aquello que pudiera realzarla, se dedicó especialmente a la Semana Santa y, concretamente, a la Hermandad del Calvario, aunque tuvo, como hermano mayor desde 1946, contactos con otras cofradías, a las que ayudó, además de potenciar la creación de las nuevas.

En el semanario Mérida hay una entrevista que le hizo Tomás Rabanal Brito en 1953.

LA TRAGEDIA Se casó en Mérida con Pilar Rubio Durán. Tuvo cuatro hijos: Antonia, María, Isabel y Felipe, que murió, en 1950, del corazón, a los diecisiete años, que fue para Felipe un gran golpe para, pero aumentó su religiosidad y su dedicación a los actos sociales, principalmente los religiosos, que formaron parte de su vida.

Su familia conserva documentos, fotografías y cartas que formaron parte de su vida. Murió en 1971, a los 70 años, y aún se le recuerda como uno de los personajes de la Semana Santa más querido y apreciado.

Las procesiones en la época de Felipe, el de La campana, eran todo un rito, y no faltaban las autoridades civiles, militares y religiosas. Dos sacerdotes eran los más conocidos: Carlos Alonso Rojas, párroco de Santa María, y César Lozano Cambero, párroco de Santa Eulalia.

Después fueron llegando los jóvenes sacerdotes: Aquilino Camacho, José Barragán y Juan Fernández. A los pocos años se agregaron otros dos, que fueron arciprestes de la ciudad, Pedro Rodríguez de Tena y Guillermo Soto Burgos.

Los alcaldes de esta época fueron Juan Francisco Babiano Giner, Narciso Rodríguez Ramírez y Francisco López de Ayala y García de Blanes. Siempre, en la presidencia, el coronel del Artillería y los capitanes de la Policía Armada y Guardia Civil.

Estamos en tiempo de cuaresma y la Semana Santa emeritense siempre ha tenido una especial acogida por parte de todos. En una procesión de Pascua, el arzobispo Masona se libró de un atentado en el año 588, según el estudio hecho por el que fuera arqueólogo y director del museo romano José Alvarez y Sáenz de Buruaga.

Pocas ciudades del mundo pueden aportar semejantes datos sobre los inicios de su Semana Santa. Más de mil cuatrocientos años puede tener la de Mérida. Las raíces de nuestras procesiones serán algo que nos dará pie para elaborar un estudio más amplio y profundo, y, al mismo tiempo, ir conociendo datos sobre estos actos religiosos.

Hay magníficos estudios y libros en el mercado sobre la Semana Santa emeritense. Como el que hizo la Hermandad del Calvario sobre los cuatro siglos de religiosidad, escrito por José Luis Mosquera y Angel de las Heras García de Vinuesa.