Resulta obvio señalar la importancia del medio ambiente para las empresas que se dedican a la gestión del ciclo urbano del agua, puesto que en su propia esencia está la gestión de un importante recurso natural como es el agua, indispensable para la vida y gran condicionante de cualquier asentamiento desde su nacimiento. Así, la historia de Cáceres está profundamente vinculada al agua, más concretamente a su escasez y a las intervenciones que a lo largo del tiempo han debido realizarse para lograr abastecer a la población de unos volúmenes adecuados de este elemento.

En la génesis de la ciudad de Cáceres, que se remonta a la época romana, tuvieron más peso las ventajas defensivas que la accidentada orografía ofrecía que la disponibilidad de agua, lo que ha convertido a Cáceres en una de las pocas ciudades importantes de la meseta que no está fundada en las proximidades de un río importante. En aquella época, los exiguos caudales circulantes por el arroyo de El Marco o arroyo de la Madre, eran suficientes para lograr el abastecimiento de la población. Más adelante, los pobladores almohades tuvieron que recurrir a las técnicas hidráulicas árabes para mejorar el abastecimiento de agua adaptándolo a la ciudad y, fundamentalmente, construyendo aljibes destinados a recoger el agua de lluvia de los cuales quedan, entre otros, un excelente ejemplo en el actual Palacio de Las Veletas.

Ya en el siglo XV eran habituales los conflictos derivados del agua entre los hortelanos de la Ribera del Marco, lo que obligó a los Reyes Católicos a promulgar en 1494 la Ordenanza de la Ribera, de la cual existe extensa constancia histórica. Dicha ordenanza establecía unas normas rígidas en el reparto de los caudales y constituye un documento primigenio y ejemplar de lo que sería la normativa hidráulica en España.

No parece que los retos del futuro vayan a ser menos duros que los del pasado, puesto que a los efectos que van a desprenderse del cambio climático, cuyo alcance apenas empieza a vislumbrarse, se solapan el crecimiento poblacional, la necesaria mejora de las infraestructuras hidráulicas, la aparición de nuevos contaminantes y residuos, las exigencias legales cada vez más estrictas y, como no, el incierto futuro que ha sembrado la pandemia del coronavirus al mostrarnos algunas importantes debilidades del modelo de desarrollo en el que nos encontramos envueltos. A todo ello se enfrenta el sector del agua, y, como no puede ser menos, también lo hacemos desde Canal de Isabel II en Cáceres.

Ante esta perspectiva, la consideración del medio ambiente como un eje importante de nuestro progreso hidráulico es un requisito incuestionable. Los principios de la economía circular, una estrategia que pretende minimizar en los procesos productivos tanto el consumo de materias primas como la generación de residuos, deberán estar muy presentes en el sector del agua urbana. Un avance en este sentido sería la consideración de las estaciones depuradoras de aguas residuales como biofactorías a través de las cuales puede obtenerse nuevos combustibles, carburantes, fertilizantes, compost, agua regenerada y energía eléctrica y calorífica a partir del biogás que se genera a partir de la digestión anaerobia de los fangos.

Por último, y en relación con el mencionado cambio climático, la nueva Ley de Cambio Climático y Transición Energética ha iniciado su trámite parlamentario desde el 19 de mayo y, una vez incorporadas las oportunas enmiendas, será la base de la futura regulación y planificación a nivel estatal, regional y municipal del tratamiento de los efectos del cambio climático y las políticas de mitigación de este. Se trata una ley muy amplia y en su desarrollo tendrá efectos importantes en todas las empresas, no sólo en las dedicadas al ciclo integral del agua.

EL AUTOR ES DELEGADO DE CANAL DE ISABEL II EN CÁCERES