Cara y cruz de una misma moneda. La cara es que Extremadura ha recuperado los niveles de crecimiento de antes de la crisis. Ha tenido que transcurrir una década para que la economía extremeña alcalce de nuevo los niveles de 2008. El año pasado, el PIB regional creció un 2% en términos de volumen, lo que permitió cerrar con cifras al alza por cuarto año consecutivo, pero lo más significativo es que logró superar por primera vez en diez años el tope de 2008 cuando se marcó el máximo de la serie histórica. El registro fue sobrepasado en un 0,8%, porcentaje que puede parecer insignificante pero que en realidad no lo es. Baste como ejemplo que en 2014 llegó a estar un 7,6% por debajo. Han sido años difíciles, ejercicios de recuperación que han lastrado nuestra economía pero, finalmente, volvemos al punto de partida.

La cruz es que el dato extremeño de crecimiento del PIB se situó en 2018 por debajo de la media nacional, que fue de un 2,6% de incremento. Extremadura fue la tercera comunidad autónoma con un menor crecimiento, solo por encima de Murcia (1,5%) y La Rioja (1,6%). En el lado contrario, se situó la Comunidad de Madrid que fue el territorio que presentó un comportamiento más favorable de su PIB en términos de volumen (3,7%), seguida de Cantabria (3,4%) y de Navarra (3%). De todas maneras, a nivel nacional, la brecha con respecto a antes de la crisis se logró cerrar en el 2017 y el año pasado el PIB español se situó ya un 4,3% por encima del nivel del 2008. Dicho de otro modo, nuestra Comunidad lleva un déficit de crecimiento con respecto a la media nacional de más de 2 puntos porcentuales y con respecto al periodo de recuperación económica un retraso de, al menos, un año.

En resumen, Extremadura mejora su nivel económico, pero sigue en los últimos puestos del ranking de territorios españoles. Es nuestra historia. Por mucho que nos esforcemos, el punto de partida no obliga siempre a ir por detrás del resto. No se trata de adoptar una posición victimista o de ser unos pedigüeños con respecto a lo que se nos debe históricamente, pero lo cierto y real es que, transcurrido el tiempo, pasados ya 36 años de plena autonomía, ha quedado demostrado que si no hay una acción del Estado que logre adelantar nuestra posición de forma ventajista hasta alcanzar los niveles de la media española nunca lo lograremos. Pasaremos años creciendo, pero nos costará muchas generaciones alcanzar a los demás.

Es cierto que las posibilidades de Extremadura se van a abrir en los próximos años. Nuestra industria agroalimentaria se ha hecho un hueco, lo que ha provocado que se batan récords en exportaciones, superando la barrera de los 2.000 millones de euros en 2018. A la vez, nuestra pujanza en energías renovables va a permitir que en apenas 2 años produzcamos el 20% de la energía fotovoltáica que genera en este país. Ese hecho, sumado al nuevo turismo de interior, ese que busca experiencias ligadas a la Naturaleza, el Patrimonio y la Gastronomía, permitirá situarnos en un estatus envidiable que, a su vez, generará la llegada de nuevas inversiones.

Está claro que sin empresas no hay empleo. Pero que vengan inversiones depende también de las infraestructuras y éstas, aún hoy, suponen un déficit importante en Extremadura. La ubicación de nuestra región en un eje trasversal norte-sur a través de la ruta de la plata y este-oeste siendo puerta de entrada a Portugal, debería conllevar, de por sí, el asentamiento de empresas. Sin embargo, no ocurre de esta manera. Nuestra localización resulta un fondo de saco donde el ferrocarril, muy deficitario aún, no resulta competitivo ni trae aparejada la llegada de inversiones como en otras comunidades.

Hemos avanzado mucho y la concienciación social y la exteriorización de la protesta en la calle han logrado que el Gobierno tome conciencia del problema que tiene Extremadura con sus trenes. Las obras de Alta Velocidad, que permitirán dotar al corredor extremeño de una infraestructura del siglo XXI, aún tardarán en completarse, dado que, si bien está muy avanzado y se espera para este año la puesta en uso del trazado comprendido entre Plasencia y Badajoz, lo cierto es que el tramo hasta Navalmoral de la Mata sufre un retraso importante y desde esta ciudad hasta Madrid (vital para la conexión con la capital del país) no existe ni proyecto.

Son estas ‘deudas’ las que aún hay que saldar para que Extremadura cuente con las mismas armas que el resto de territorios y alcance, en pocos años, un nivel parejo a la media del país.

Los empresarios extremeños son en muchos casos héroes. Pudiendo elegir cualquier otro lugar donde emprender, han preferido apostar por Extremadura. Y lo mejor: la mayoría han triunfado generando riqueza y puestos de trabajo. De los eventos que mejor realiza el Periódico Extremadura a lo largo de los meses, el de los ‘Premios Empresario Extremeño del Año’ es sin duda el mejor. No solo supone llamar la atención sobre las carencias y las necesidades de nuestra Comunidad en el ámbito económico y empresarial, sino que consigue poner el foco en sus protagonistas reconociéndoles su labor.

Un territorio sin empresas está abocado al fracaso. Sin riqueza no puede haber progreso y sin empresas, actividad económica, nunca habrá tal riqueza que se transforme en empleo y bienestar de una sociedad.