Juan Iglesias Marcelo era alcalde de Cáceres cuando la Unesco reconoció a la ciudad como Patrimonio de la Humanidad. Para él fue el momento más feliz y gratificante de su trayectoria. Con 80 años y ya retirado definitivamente de la vida política recuerda con emoción ese hito vivido hace un cuarto de siglo.

--¿Fue aquel momento el más feliz de su vida como alcalde?

--Fue el momento más alto de la legislatura. Entonces los ayuntamientos no tenían los medios económicos de ahora. Ahora tienen muchas deudas, pero también muchos ingresos. Las posibilidades económicas eran muy escasas. Las posibilidades de acción dependían de las ayudas de la Junta o la diputación provincial. Hicimos muchas cosas en colaboración con Manolo Veiga, presidente de la Diputación de Cáceres entonces. En ese panorama modesto de acción política ser Patrimonio de la Humanidad fue una gozada para mí y para toda la corporación.

--¿Cómo se gestó la candidatura ante la Unesco? ¿De quién partió la idea? ¿Cómo se redactaron los informes?

--La Dirección General de Patrimonio Artístico, adscrita entonces al Ministerio de Cultura, era quien presentaba los expedientes ante la Unesco. Precisamente el director general era Dionisio Hernández Gil, un arquitecto cacereño, que me llamó un año antes para decirme que pensaban que Cáceres tenía méritos suficientes para entrar en la lista del Patrimonio de la Humanidad. El expediente lo formalizó Dionisio Hernández Gil. Pedimos a los técnicos que recopilaran datos históricos de la Ciudad Vieja y de cómo estaba conservada. Hicimos un resumen de todo aquello y lo enviamos a la dirección general. Un mes antes me llamó Dionisio Hernández Gil diciendo que estaba en París y que estaban seguros de que en noviembre (1986) la Comisión del Patrimonio Mundial de la Unesco iba a hacer la declaración. Entonces fue cuando convoqué una rueda de prensa y expliqué lo que estaba a punto de suceder. Como curiosidad diré que me preguntaron que cuánto dinero iba a recibir la ciudad por el nombramiento. Yo les dije que nada, que todo lo contrario, que era una responsabilidad tener en condiciones ese patrimonio.

--¿Cómo vivió usted en París la declaración oficial?

--Me indicaron que era habitual que el alcalde de la ciudad que fuera objeto de la declaración estuviera presente. Entonces Juan Bazaga, concejal para Relaciones Internacionales, y yo nos fuimos a París y estuvimos presentes en la comisión. Fue un momento muy emotivo e interesante. Nos dedicaron un aplauso muy efusivo en aquel acto. Recuerdo que llamamos a los medios de comunicación extremeños para dar la noticia. Concertamos al día siguiente una entrevista con el director general de la Unesco al que teníamos la intención de donarle un cuadro de Massa Solís sobre la Ciudad Monumental, que finalmente prefirió que quedase el cuadro a su nombre pero en Cáceres en el ayuntamiento.

--¿Qué consecuencias tuvo la declaración en la Ciudad Monumental?

--Es curioso porque la primera impresión es que era algo de mucho prestigio, pero que no se sabía si iba a tener o no trascendencia. Luego el impacto sobre el desarrollo de la ciudad fue muy grande. De repente se disparó el interés turístico. Este año la cifra de visitas ha sido espectacular. Cuando yo era alcalde en la ciudad había dos hoteles, el Extremadura y el Alcántara. Si aquí venía un congreso con 150 participantes no había dónde meterlos. Desde aquello se disparó la oferta hotelera y de restaurantes. Hemos entrado en un mapa nuevo de ofertas turísticas. Recuerdo que siendo senador un grupo de senadores de CiU me pidieron visitar Cáceres. Les acompañé en su visita a la ciudad a pesar de no ser un experto y se quedaron sorprendidos de la joya que teníamos. Cáceres entonces estaba en el 'lejano oeste', una especie de tierra de conquista. La declaración de la Unesco y la Universidad pusieron en marcha la ciudad de Cáceres.

--¿Se realizaron algunas mejoras en el casco histórico?

--La ciudad siempre fue objeto de una atención escrupulosa y fiel por parte de todos los ayuntamientos, incluso los del franquismo. Eso también hay que reconocerlo. Hubo un gran interés porque la ciudad no sufriera ningún estropicio ni disparates arquitectónicos. Cuando hubo que hacer restauraciones se hizo respetando el entorno. En mi época había tres grandes problemas: el cableado, el alumbrado extraordinario y extraordinario, y el tráfico. No sé cómo andará ahora pero en mi los ochenta vivían en la ciudad vieja unas 2.000 personas. Hay que reconocer que todos los alcaldes han hecho un esfuerzo por mantener la ciudad. Una ciudad que se conserva en su pureza tiene poca cabida para la vida moderna. Darle vida sin cometer disparates es muy delicado. Hay que hacer restauraciones, adaptaciones de edificios que siempre chocan. Ese equilibrio se ha mantenido bastante bien. Ahora hay hoteles importantes y un parador de turismo. Con la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento convertimos varios edificios en el parador de turismo actual. Si eres muy estricto con la pureza corres el riesgo de convertir la ciudad monumental en un museo. Hay que ir a verlo, quedarse a comer, a dormir... Se está haciendo una gestión respetuosa.

--¿Considera que debe ser escenario de acontecimientos masivos?

--Hay una experiencia acumulada con el Festival Womad por ejemplo. Debe intentarse que la gente acuda, aunque hay que recordar que los acontecimientos masivos terminan siendo peligrosos, porque pueden originar desperfectos y suciedades. Tenemos que ser muy prudentes. La Ciudad Vieja es una hermosura pero hay que tratar de que viva.

--¿Está usted de acuerdo en general con la gestión que se ha hecho del casco antiguo? ¿Y con la obra de la plaza?

--No sé exactamente en qué consiste lo que están haciendo. Cuando yo era alcalde de la ciudad la plaza Mayor era un aparcamiento de vehículos. Sabíamos que aquello era un disparate, pero no encontrábamos ninguna solución. Los comerciantes se oponían con uñas y dientes a la supresión de los aparcamientos. Nosotros pensábamos entonces que la plaza Mayor debe ser un lugar para la estancia de los ciudadanos. El tráfico no se puede suprimir porque es un punto neurálgico de comunicación Norte-Sur de la ciudad. Se pensó en hacer un aparcamiento subterráneo, pero era algo complejo. Lo de la plaza siempre fue polémico y con pros y contras. La solución no es fácil. Deseo que acierten de una vez para siempre, pero tengo mis dudas de que la solución que se le dé ahora dure mucho tiempo. Vendrá otra corporación que diga que tiene una solución mejor.