Si hay algo imprescindible para los seres humanos es la comida, el agua y el clima; y en esos tres imprescindibles la agricultura y la ganadería tienen mucho que decir. El empeño de presentar a las sociedades más rurales y agrarias como las menos modernas y con menor nivel de desarrollo ha llevado a considerar a la agricultura y a la ganadería como profesiones poco valoradas socialmente y poco atractivas para una juventud formada.

Pero la realidad es tozuda y en los grandes debates mundiales están presentes las grandes preocupaciones que citaba al principio: disponer de comida suficiente para alimentar un planeta en explosión demográfica, cuidar al máximo los recursos naturales para asegurar su buen estado y mitigar y adaptarse a los cambios climáticos, para frenar sus efectos. Y para hacer todo eso es fundamental implicar a los agricultores y ganaderos; a los hombres y mujeres que atesoran el conocimiento de producir alimentos de una forma sostenible y cuidando los recursos.

Estamos asistiendo al nacimiento de un mundo nuevo, con tecnologías y desarrollos que parece que van a cambiar lo que conocemos hasta ahora, estamos inmersos en una necesidad inmediata de soluciones tecnológicas que no tienen fin y que siempre nos van dejando atrás. Por otra parte, estamos viendo cómo cada vez hay más información sobre lo que ocurre o lo que hacemos (información pautada, analizada y parametrizada), pero también hay menos capacidad de reacción humana para decidir el buen uso de esa información.

Tecnología y conocimiento van a ser los grandes aliados de la agricultura y la ganadería, siempre y cuando tengan en cuenta a los protagonistas de la misma: los hombres y mujeres. No debemos caer en el error de analizar y dar soluciones sin contar con quién debe aplicarlas, porque o éste está convencido o habrá resistencias y será un fracaso.

Digo todo esto porque últimamente asistimos a discursos que presentan las macroexplotaciones como las más sostenibles y con más futuro porque tienen acceso a la última tecnología y a los medios de producción más punteros. Y cuando oímos esto, no dejamos de pensar en el factor humano de ese modelo y en el arraigo que tiene y va a tener en el territorio.

Las explotaciones agrarias y los pueblos no se improvisan, los que perduran es que están vinculados al territorio. Lo otro son asentamientos o explotaciones que exprimen los recursos (con más o menos tecnología) y a otra cosa.

Creemos que es el momento de pensar cómo queremos que sea el desarrollo económico de Extremadura y qué modelo agrario y rural hay que proteger y potenciar.

Extremadura es una gran potencia agrícola, posiblemente una de las regiones españolas más potentes en este sentido. Somos líderes en producción nacional de varios cultivos y si tenemos acceso al conocimiento y a la tecnología adecuada podemos seguir creciendo, utilizando los mismos recursos y cuidándolos más. Y eso, en esta tierra quién mejor lo hace y va a seguir haciéndolo es la agricultura familiar, la arraigada en la tierra y en el pueblo.

El futuro de Extremadura no se entendería sin un sector agrario fuerte y moderno. Nuestro auge económico pasará por una agricultura y ganadería productiva, moderna y sostenible, que garantice un mundo rural vivo y que permita el asentamiento y desarrollo de una industria agroalimentaria que transforme nuestras producciones, generando empleo y valor añadido.