- Presidenta de una cooperativa cerecera en Tornavacas, consejera de la agrupación de cooperativas del Valle del Jerte y representante de Extremadura en Ancae (Asociación de Mujeres Cooperativistas Agrarias de España). Implica un camino de derribar muchos muros.

- Yo soy de la zona, mi familia se dedica a la agricultura, tenía mi campo y debía sacarlo adelante. Y por eso he luchado.

- Pero es de las pocas excepciones, porque quienes están en primera fila en el mundo rural son casi siempre rostros masculinos.

- Las mujeres no somos visibles en el campo, es el gran problema con el que tenemos que vivir y contra el que se debe batallar.

- Y usted lo ha hecho.

- La verdad es que yo no tenía muy claro que quisiera ser visible, no me lo planteé así, pero entendía perfectamente que si quería defender mi tierra o mi campo, si quería vivir de la agricultura, debía pelear por lo que me atañía directamente. Y tenía que estar donde se me requería, es decir, dando mi opinión y participando activamente. ¿Y eso qué significa? Participar en la empresa a la que perteneces.

- Porque sí hay muchas mujeres que trabajan en el campo, pero su voz apenas se escucha en los órganos de representación.

- Somos poquísimas, aunque también he de decir que el Valle del Jerte siempre ha despuntado en mujeres, porque si solo hay tres presidentas de cooperativas en Extremadura, dos de ellas somos de la zona del Jerte, por lo cual algo estaremos haciendo bien.

- ¿Y por qué se da esta situación? ¿Por qué las voces femeninas siempre se quedan en un segundo plano?

- Por nuestra propia educación y por la cultura que nos han inculcado. En el mundo rural el rol típico que se atribuye a las mujeres es aún más profundo. De manera que no es activa, tiene un papel pasivo, pero ojo, no a la hora de trabajar la tierra, porque en ese aspecto es una más, al mismo nivel, pero todo cambia cuando se trata de tomar decisiones en la familia agraria, que es lo que, al fin y al cabo, somos.

- ¿Y qué supone ser una de las pocas mujeres que tienen voz y opinión en un mundo de hombres?

- La verdad es que yo no he tenido ningún problema a la hora de abordar mi trabajo. Pero la sensación es diferente cuando estás en una asamblea donde solo hay hombres y tú la única mujer. Por ejemplo, cuando hablas, cuando expresas tu opinión, hay más silencio, un silencio que de alguna manera te está cuestionando. Parece que tenemos que demostrar más, como si nuestros argumentos no fueran igual de valiosos que los de nuestros compañeros.

- Y es necesario que se escuche la visión de las mujeres que trabajan en el campo.

- Es que nuestra perspectiva, nuestra opinión, siempre enriquece el mundo rural, y si dejamos de aportarla, si no tenemos voz propia, estaremos perdiendo algo muy importante. Es algo que no podemos consentir.