La lucha feminista, es decir, la búsqueda sin fronteras de la igualdad entre seres humanos, es transversal, transfronteriza, continua e ideológica, evidentemente. No es tiempo de permanecer impasibles ante los ataques más o menos claros ni los que, desde la ambigüedad, intentan matizar el hecho por el que las mujeres nos reivindicamos, año a año, día a día.

El 8-M de 2018 hicimos historia. Llenamos las calles de esperanza y propuestas, de denuncias y soluciones, de manos, voces y cuerpos que, sin distinción, clamaron igualdad y justicia sin alzar banderas partidistas sino solo humanas. Y, precisamente por ello, escribimos un capítulo reseñable en la historia del feminismo. Es, por tanto, tiempo de dar pasos hacia adelante, de cambiar el grito de resistencia de una sociedad que aspira a la igualdad real, y de salir a la calle decididas, decididos, a dar batalla, repito, ideológica, contra el machismo, contra lo que queda de él.

Y digo ideológica -que no sectaria- porque nuestra lucha no es una veleidad marcada por ambiciones de cuotas o visibilidad. Es ideológica porque la desigualdad, llevada al género, se llama patriarcado y su brazo más radical, machismo. Y es una batalla ideológica porque debemos plantarnos por la libertad de las mujeres para hacer con sus cuerpos lo que quieran y cuando quieran y para plantarnos ante hechos tan insostenibles como la brecha salarial o la diferencia de horas -dos diarias- que dedicamos nosotras y los hombres a cuidar de nuestras hijas e hijos o a atender nuestros hogares.

Es tiempo de hacer pedagogía para combatir bulos verosímiles que la ciudadanía tiende a viralizar en búsqueda de una fama traducida en ‘likes’ y compartidos. Estamos ante momentos complejos y no vamos a permitir que la resaca patriarcal ocupe más espacios también en el campo del relato, de la palabra, del discurso.

Por ello es imprescindible explicar que el feminismo no es un movimiento excluyente ni mural. Es, por el contrario, una ideología que significa igualdad, la cual debe ser enarbolada por mujeres y hombres que busquen una sociedad más pujante y justa. Porque la justicia, además de todo, desconcentra la riqueza en manos de pocos, la reparte y genera una sociedad equitativa en materia económica, política y legislativa.

No. No es tiempo de resistencia. Ya no. Es momento de avanzar hacia el fin de una desigualdad que nos ha mantenido olvidadas durante siglos, objetivadas ante los designios de una forma de entender la vida que nos atrasó años y pagando una factura que todavía campea en nuestro horizonte. Además, el patriarcado riega de sangre nuestras vidas: seguimos muriendo por ser mujeres, seguimos siendo explotadas por ser mujeres y seguimos siendo aisladas. No tengamos miedo a las comparaciones porque no hay nada más gráfico que una realidad comparada.

Este 8M hemos salido a la calle a dar un paso tras otro a favor de la libertad y la igualdad, sí, pero alzando nuestra voz para seguir enarbolando la bandera de derechos y libertadas conquistadas y por conquistar. Nuestros pueblos y ciudades deben ser el ejemplo más claro de que no estamos dispuestas, de que no estamos dispuestos, a retroceder en nada. Nos encontrarán allí donde nos ataquen y nos movilizaremos en cada metro de nuestro territorio para contribuir a la justicia social en la que creemos y que le debemos a millones de mujeres que ayer y hoy sufrieron y sufren injusticia, desigualdad y aislamiento.

El feminismo, como transversal y transfronterizo, está organizado, es fuerte y no será objeto del ninguneo al que algunos quieren someterlo. Ellos, los últimos caballeros de una gloria perdida en la verdad de la historia, también tendrán que rendirse ante el camino planteado durante muchos años, con mucho sufrimiento y con víctimas de una ideología, el machismo-patriarcal, que busca hacernos retroceder para, que nadie os engañe, volver a un orden de riqueza concentrada, de desigualdad al servicio de los grupos de poder y de un mundo en el que los que tienen tengan más y los demás tengamos menos.

Es por eso que plantean una guerra abierta. Porque el feminismo es la punta de lanza de las cotas de igualdad conseguidas, de los espacios conquistados, de la repartición de la riqueza y de la construcción de sociedades avanzadas por ser igualitarias, libres y progresistas. Ya no toca gritar ni un paso atrás. Toca, sin la menor duda, una nueva consigna: un paso adelante, tras otro.