Es uno de los narradores estrella de la radio deportiva española. Como todos los veranos, Antonio Muelas López de Aberasturi (Vitoria, 9 de octubre de 1972) visita Torrejoncillo, de donde es su padre, Andrés. Desprende ilusión y humildad a borbotones cuando habla de su progenitor y de toda su familia este hombre de corazón y orígenes extremeños ganador de varios premios por cómo cantó el gol de Andrés Iniesta que supuso un título mundial para España. Pura pasión contenida en Google, cómo no. «La narración de mi vida con el protagonista que más quería que tuviera el papel principal protagonista. Si hubiera habido más goles o si la final se hubiera decidido en penaltis, nada hubiera sido igual a efectos radiofónicos». Emocionante cómo lo cuenta, emocionante cómo se siente él mismo cada 11 de julio desde hace ocho años. Emocionante cómo lo transmite.

Hijo de la emigración y con una preciosa historia humana detrás, Muelas trabaja en RNE y cubre los partidos del Real Madrid (las cuatro últimas Champions también las ha contado de manera única) y de la selección desde hace justamente diez años. Antes su puesto estaba en San Sebastián. Lleva tres Mundiales cubiertos para la radio pública y, muy a su pesar, tuvo que volver del de Rusia antes de tiempo.

«Fue el más decepcionante de la historia contemporánea para España», dice desde su particular stage de verano en la localidad cacereña. «Pocos esperaban que se ofreciera una imagen en la que se veía un ritmo tan apático y cansino». El fracaso fue morrocotudo y también hay que contarlo. La vida misma. El periodismo.

Impensable

Después, se lamenta alguien que lo vivió muy de cerca todo, «llegó el tsunami Lopetegui, que cayó como un bombazo en la concentración de Krasnodar. Nunca pensé en que se llegaría a la destitución, a pesar de que hubo fallos en las formas, o más bien en la estrategia que elaboró Julen para gestionar una negociación que había llevado a cabo con el Madrid y de la que Rubiales no tuvo conocimiento hasta minutos antes de que el Madrid emitiera el comunicado. Hubo una cadena de errores en un lapso de tiempo muy breve. Faltó generosidad enre las tres partes».

Mirando hacia más atrás, todo es más bonito. «El Mundial de Suráfrica fue un cuento de hadas. Todo fluía, hasta las estruendosas vuvucelas parecían arpas que generaban una sensual sonoridad. Es una forma de exagerar el extraordinario ambiente que vivimos aquel Mundial. Fuimos una fran familia, todos unidos por una causa común. Sabíamos que si España era capaz de ganar un Mundial, sería en esta ocasión. Si no, quién sabe cuándo, pero pensábamos que nunca jamás lo veríamos», relata Muelas.

El contraste. «El viaje de vuelta fue una fiesta, una eterna celebración, haciéndonos fotos con Iniesta y don Andrés con una sonrisa accediendo a todas las peticiones. Ahora, que la gente se imagine los viajes de Brasil y Rusia: todo lo contrario, con malas caras, un silencio delatador y una sensación de fracaso y decepción que flotaba en el ambiente».

Sobre Iniesta, concreta el periodista que «Andrés dignifica el fútbol. Expresa belleza, elegancia y nobleza y atraviesa todas las dimensiones deportivas y unos valores humanos que le elevan a la categoría de mito. Es el futbolista que más he admirado. Está iluminado, marca goles históricos, el de la final del Mundial, el del Barça en Stamford Bridge», afirma. «No quiero que parezca ególatra, pero de verdad que estoy muy orgulloso de aquella narración y hace unos días pudiera escucharla de nuevo, como cada 11 de julio, que pasa a formar parte de los sonidos de nuestro país, aniversario del día más feliz de la historia del fútbol español». Fluye todo en él.

El pueblo, la familia

Cuenta Muelas que desde que realiza la cobertura de la selección, cuando llega el verano «solo tengo tres destinos: Vitoria, mi ciudad natal y donde vive mi familia; San Sebastián, mi segunda ciudad donde he vivido gran parte de mi vida y de la cual estoy enamorado y Torrejoncillo, el pueblo de mi padre y lugar sagrado para mí en el que los recuerdos de una feliz infancia se juntan con el cariño de las personas tan afectuosas de este pueblo».

Orgulloso, relata que su progenitor «sigue viniendo cada verano cada 60 años» y que la historia de su padre «es la historia de la emigración extremeña. Como tantos, emigró lejos de su tierra y con el título de Ingeniero se embarcó en un viaje que cambiaría su vida. Junto a su hermano gemelo, Juan, viajaron al País Vasco. Nada más acabar la carrera universitaria, recibieron dos ofertas de trabajo: una en Vitoria y otra en Mondragón». Muelas añade que cuando iban en tren hacia su destino, “se jugaron a cara o cruz quién iba a un lugar y otro. La verdad es que ni sabían que existían. A mi padre le tocó Vitoria y a mi tío Mondragón, y esa moneda marcó la vida de los dos porque ambos se casaron con mujeres de allí y formaron sus familias. Como los dos sitios están separados por solo 30 kilómetros podían verse mucho», dice pasionalmente.

Los dos protagonistas de la emigración volvían a Torrejoncillo «cuando podían, a veces en moto, con viajes de 14 horas». Los dos comenzaron a construir una casa familiar, ladrillo a ladrillo. Se llama El Encinejo y ha sido el punto de encuentro de toda la familia durante estos años, con sus hermanos Adolfo y Felisa y recordando siempre a sus padres Moisés y Magdalena, «las dos personas que crearon esta gran familia», dice Muelas, disfrutando, sin duda, del entorno, tanto el paisajístico como el humano, que le rodea.