Abunda gente pintoresca por doquier. Como ese joven que, puesto a elegir, se ha tatuado la cara de Simón en el muslo, por estimarlo el icono fiel de esta pandemia.

Una no comulga con el fervor popular que ha suscitado el experto en algunos sectores, hasta el punto de que tiene el hombre su club de fans, sus camisetas y tazas y pins, como si se tratara de la reina de Inglaterra. Pero tampoco se encuentra entre quienes le aborrecen y querrían verle en la cárcel, porque una es muy mema y pese a su fría coraza, tiende a empatizar con quienes sufren persecución, aunque en este particular preferiría que fuera en nombre de la justicia, que no es el caso.

Mas Simón, por obligación o interés, que no digo que no, se ha enfrentado a una situación tan extrema con la prestancia que ha podido. Y si los dioses no le bendijeron con el don de la retórica ni con presencia apolínea, aunque su mirada entre decidida y huidiza la enmarquen cejas robustas y abundante melena despeinada, sí es verdad que natura lo adornó con voz carraspeante y decir balbuceante, a la vez que un argumentario titubeante y confuso. No lo sé- ha sido una respuesta habitual, a la par que: -Si me preguntaran no diría ni que sí ni que no. Y como el pueblo pide certezas, a algunos ponía de los nervios. Y como a otros les enternecen los seres desvalidos, pues muchos le aman. Aunque también haya sido acusado de plegarse al poder por razones propagandísticas y de ahí el atroz desfase entre el número de muertos real y el oficial. Ese que despachó con aquello que sonó tan cínico del accidente enorme.

Pero hasta aquí hemos llegado. Hoy que se intenta cerrar en falso el dolor de los ausentes con un vago: -serán cerca de 28.000 muertos, nos suelta el mago que «nos quedan 13.000 fallecidos ahí pero no podemos ubicarlos ahora».

13.000 vidas rotas, 13.000 muertos en soledad y anonimato. 13.000 mentiras para librar al gobierno de figurar entre los responsables de uno de los países con más alta mortalidad. Mentiras a mayor gloria de quien oculta a sus muertos. Sin transparencia y con muy poca vergüenza.H*Profesora.