Cuando era pequeño tenía que compartir muchas cosas con mi hermano. Por eso, ambos sabíamos de antemano que antes de ir a pedirles algo a nuestros padres debíamos llegar con el asunto acordado. Si yo pedía ‘A’ y mi hermano ‘B’, mis padres lo tenían claro: no hacían nada hasta que nos pusiéramos de acuerdo. Era una estrategia perfecta para la inacción y el ahorro de dinero. Al final, uno de los dos siempre cedía, de lo contrario el deseo moría en el sueño de los justos hasta desvanecerse de nuestra imaginación. Pues bien, esta manera de proceder, la cual no deja de ser una anécdota infantil, es la que ha decidido adoptar el gobierno o más concretamente el Ministerio de Fomento con respecto a la futura Autovía de Levante: que Extremadura y Castilla-La Mancha se pongan de acuerdo sobre el trazado que quieren. De lo contrario, los trámites sobre el estudio informativo ni darán comienzo, a dormir el sueño de los justos.

Gobernar conlleva tomar decisiones. Esta frase tan obvia a veces se olvida, sobre todo cuando los administrados resultan de la misma cuerda o el mismo partido político y no hay manera de ponerlos de acuerdo.

La autovía de Levante o la A-43, en lo que concierne al tramo comprendido entre Mérida y Ciudad Real, está en los papeles, es decir, en los Presupuestos Generales del Estado, desde 1996. Sin embargo, 23 años después, sigue igual que entonces, sin ni un solo kilómetro desdoblado. Puede que hubiera otras prioridades, como la Autovía de la Plata, por ejemplo, que se completó en 2008, pero llama la atención que, tras diferentes gobiernos y de distinto signo político, no se haya hecho apenas nada y ahora que parece que alguien toca arrebato, resulta que tampoco hasta que las dos comunidades se pongan de acuerdo.

La patata caliente del gobierno difícil de digerir y, por eso, lo deriva al entendimiento de los dos territorios, pero el papel de la Junta de Extremadura es bastante más complicado.

CASTILLA-LA MANCHA lo tiene claro: quiere el denominado trazado sur para que la futura autovía pase por Puertollano y Almadén, dos de sus ciudades más pobladas. Sin embargo, Extremadura lo tiene más difícil al verse obligado a optar entre dos de sus territorios: el norte (la zona de la Siberia, donde ha habido hasta movilizaciones dada la alta siniestralidad de la actual carretera N-430), o el sur (en la Serena, donde hay un porrón de municipios como Castuera o Cabeza del Buey que lo demandan al verse primados en su conexión con Valencia o Lisboa).

El gobierno regional extremeño ha decidido callar por el momento. Ahora no toca, ha señalado. Hay elecciones a la vuelta de la esquina y no se trata de enfrentar a dos territorios gobernados mayoritariamente por el mismo partido, el PSOE. Digamos que este tiempo no es propicio para decidir y mucho menos si ello lleva aparejado contentar a una parte pero cabrear seguro a la otra.

Pero deben olvidarse de que gobernar a la carta es imposible. Nunca se puede actuar siguiendo el ritual de Poncio Pilatos de lavarse las manos y dejar que el pueblo decida para salvar su conciencia. Deben aplicarse criterios técnicos y operativos y después actuar. Con todas las consecuencias. De lo contrario, se abrirá un conflicto de intereses imposible de solucionar.

Si se escuchan los razonamientos o argumentos de ambos trazados, los dos tienen parte de razón. Sin embargo, en la parte norte existe un problema añadido y es que esta carretera soporta un tráfico de 4.500 turismos y 800 vehículos pesados cada día, a la vez que es escenario de distintos accidentes mortales cada año, así como salidas de vía y accidentes de menor envergadura prácticamente todas las semanas. Con ello quiero decir que si se optara por el sur para atender, por ejemplo, a un criterio de población y de paso contentar a Castilla-La Mancha y así salir del atolladero que plantea Fomento, habría que darle algún tipo de solución al norte. Un desdoblamiento extra o un trazado nuevo. De lo contrario, tendríamos una maravillosa autovía por el sur, pero un problema de intenso tráfico y siniestralidad por el norte. En resumidas cuentas, un pan como unas tortas.

Me temo que vamos a seguir así, a la espera, mucho tiempo. Primero porque no hay gobierno estable para tomar decisiones y mucho menos si éstas deben ser firmes y no populares. Y segundo porque, como con el tren, hasta que no haya una exigencia unánime y regional en torno a una cuestión, el gobierno se despista y mira para otro lado. No digo nada si, encima, están implicados dos territorios donde gobierna el mismo partido y uno de ellos ya ha elegido y hecho pública su opción. Lo mejor: plantear un escenario de debate, de búsqueda de consenso y dejarlo correr. Total, así llevamos 23 años desde que a alguien se le ocurrió incluir la obra en los Presupuestos Generales del Estado.