Filólogo

El delegado del Gobierno en Extremadura denuncia a los abogados que extorsionan a los inmigrantes con gravosas minutas por servicios que no hacen o que debieran ser gratuitos. Esta es una práctica ya denunciada hace tiempo y sobre la que se ha echado desmemoria y olvido desde organismos que debían velar por la probidad de la abogacía y por las garantías básicas del ciudadano.

Son costumbres más propias de territorios fronterizos, de películas de espaldas mojadas, de ciudades con usos y corruptelas de expatriados que de una tierra de acogida; pero la truhanería que no cesa, visita, equo pede, que diría el clásico, los despachos de caoba y las covachas de los ratas.

Es ya un clásico el abogado que cobra grandes cantidades a presos y personal marginado, sin formación y sin recursos económicos, por decirles que les ha conseguido la libertad condicional, el tercer grado penitenciario, o la libertad provisional, situaciones judiciales que se producen todas de oficio; y no es menos frecuente la rata de despacho que por una instancia, una solicitud para renovar el permiso de residencia, o para solicitar el ingreso de los niños en las escuelas o una ayuda económica, pasa a gente realmente necesitada minutas que superan con mucho sus posibilidades económicas.

Los colegios de abogados conocen a estos individuos, pero unas veces por un excesivo "esprit de corps" y otras por no remover demasiado la mierda salvan el ejercicio de estos trileros, succionadores de sangre y patera, amigos de grandilocuentes y enrevesadas palabras, pero de torvos y sórdidos hechos, que inmisericordes, desnudan al desnudo y rebajan la tarea de abogado a la de cuatreros sin escrúpulos.

Desenmascarar a estos leguleyos que asaltan la remesa que los emigrantes envían a sus hijos, parece elemental empresa de una sociedad que no necesita para nada abogados del diablo.