L os avances médicos y el consiguiente aumento de la esperanza de vida tienen como consecuencia la aparición de una nueva generación de jubilados, en la setentena e incluso la ochentena, que no se consideran ni se sienten viejos y que quieren continuar llevando una vida activa y plena. Algunos de ellos optan por matricularse en la universidad, y afrontan una carrera universitaria por el placer o el reto de completarla, con la tranquilidad que da saber que no se trata de estudiar para construirse un futuro mejor sino para el propio crecimiento personal. Las cifras indican que en los últimos años ha aumentado el 32% la cifra de personas mayores de 65 años que cursan estudios universitarios, sobre todo en el ámbito de las Humanidades. Esta tendencia debe ser incentivada. Por un lado, es una espléndida salida para aquellos jubilados que ni quieren ni pueden apartarse de la vida activa. Hoy son muchas las personas que llegan a los 65 años en un buen estado de salud físico y mental, y que sienten que aún tienen mucho que aportar y que aprender. Es nuestra responsabilidad como sociedad construir oportunidades para que puedan seguir llevando una vida plena. Además, la coincidencia en las aulas universitarias de las generaciones jóvenes y de estos nuevos abuelos-estudiantes brinda una gran oportunidad para construir un diálogo intergeneracional. Su presencia, lejos de ser percibida en los campus como un cuerpo extraño, debe ser más que bienvenida.

Llevan años jubilados, gozan de buena salud y han vivido casi toda su vida en el ejercicio de sus derechos y del consumo. Son una nueva generación de abuelos, un nuevo perfil de gente mayor que no se identifican en absoluto como tales, que no participan de las actividades previstas para la gente mayor porque ellos no se lo consideran. Y como son personas que «pueden elegir cómo quieren envejecer, porque encima tienen cierta estabilidad económica», están irrumpiendo en esferas de la sociedad en las que hasta ahora no estaban presentes. «Viajan, practican deportes de cierto desgaste físico, son consumidores que quieren pasarlo bien y que se reivindican en lo público... Y también se ponen retos y quieren seguir aprendiendo cosas», destaca Arenas. La presencia de personas mayores en la universidad sirve como muestra para confirmar la tendencia. Ir a la universidad representa para ellos una manera de mantenerse en contacto con gente joven y, sobre todo, de adquirir conocimientos.