WNw ingún demócrata puede ser insensible a la nueva agresión que ayer sufrió el PP, esta vez en Martorell (Barcelona). Varias decenas de independentistas zarandearon al candidato del PPC, Josep Piqué, y al secretario general de su partido, Angel Acebes, cuando se disponía a empezar un mitin. El incidente fue un eslabón más en la cadena de agresiones que los militantes populares sufren desde hace años en Cataluña de manera absolutamente intolerable.

Ninguna de las iniciativas políticas del PP --algunas duramente criticadas por este diario-- justifican actitudes antidemocráticas como la de ayer. Quienes de manera irresponsable jalean o consienten a los grupúsculos independentistas que boicotean los actos del partido de la derecha española no hacen sino sembrar el odio y vulnerar las reglas del juego democrático. Por eso es exigible que, a punto de comenzar la campaña para renovar el Parlamento catalán, todos los grupos, incluidos los independentistas democráticos, y toda la sociedad civil salgan a defender el derecho del PP a exponer sus ideas. Y la defensa debe hacerse, de una vez, sin que a continuación haya peros que de alguna manera sirvan de colchón ideológico para quienes, como hacían los fascistas, recurren a métodos violentos para callar al adversario.

La tensión política que vive España, entre otras razones por el nuevo Estatuto de Cataluña, no puede abrir paso a un clima de enfrentamiento civil en el que unos vándalos se erigen en jueces que dictan quién puede y quién no puede expresarse.