Cuando los merenderos de agosto se llenaban de turistas con atuendo a lo Ferragamo o Versace y caía la tarde como flor envejecida por los barrancos, yo vislumbraba infiel tu silueta delgada por el ojo de una aguja atravesar. Eran entonces otros tiempos y me recuerdo en la Isla de Vieques a menudo.... Sabías de un perfume interminable o de la arena blanca de sus playas entre los tobillos. O aquellos modelos de Chevrolet que no dormían nunca y prendían huidizos el paisaje de la noche como candentes luminarias de una hoguera incombustible. Porque era antes, con pocos agostos encima o el alma sin media suela, cuando nada te impedía aguzar la vista hasta el punto de ver el parpadeo sucesivo de las alas del colibrí sin perder detalle. Pero la ubicación de la realidad cambia y los años se alzan como muros de nieve imposible parpadeando y formando un mapa inexacto de presente y ceniza. Y la memoria tiene ya pocas alternativas y al final se queda colgada por las carreteras secundarias al bies de lo desconocido e indiferente. El tiempo en el cerebro se modifica y se aglutina como un nubarrón de agosto con su pátina particular de humo y lluvia.

Y cuando el sol sale su luz no alumbra entonces de cuando en aquel agosto vislumbré infiel tu silueta por el ojo de una aguja atravesar.

Son ahora otros tiempos.

abusos sexuales

Depredadores con piel de cordero

Pedro Serrano

Antoñán del Valle (León)

No dejen que los niños se acerquen a ellos. No se fíen. No consientan que abusen de las pobres criaturas indefensas. Los depredadores también pueden tener piel de cordero, o de santo, o de cura, o de eminencia.

Tantos siglos dirigiendo y controlando la moral y la conducta humana. Tantos siglos reprimiendo la sana, necesaria y natural sexualidad entre adultos. Tantos púlpitos, sermones y preceptos. Tanto catecismo, Padrenuestros y Avemarías. Tanta teología y genuflexión ¿Para qué? Para tomar el pelo a millones de personas de buena fe; para hacerles sentir culpables y miedo a Dios y al infierno. Ellos, los de la doble moral. No, no es que tengan el doble de moral que los demás mortales, sino que tienen una para los demás y otra para ellos.

Pero, qué digo. Ellos, los abusadores, no tienen moral ni ética. Solo los seres sin escrúpulos son capaces de mancillar la inocencia de los niños. «Ay de quien escandalice a uno de estos pequeños… (Mt 18, 6)». Pero, dado que la justicia divina no condenará sus graves pecados, que caiga sobre ellos la de los humanos. Amén

El lenguaje

Vivir eternamente

Venancio Rodríguez

Zaragoza

Dice la Wikipedia: «Ser es lo que llamamos la esencia o la naturaleza de algo». Aunque Heidegger advierte: «El lenguaje es casa del ser». El himno 10.125, verso 4, del Rig Veda nos dice: «El que come comida, el que respira, el que oye lo que se dice, lo hace a través del lenguaje». También Platón (Cratilo), nos cuenta: «Los nombres están relacionados con las cosas sin necesidad de que los hombres lo acuerden». Por otra parte, los egipcios pensaban que escribir el nombre de uno era asegurarse la eternidad. Dice la Biblia que en el principio era el Verbo y el Verbo era Dios. Debido al mundo dual en que nos movemos, estamos afirmando un «yo no soy aquello» y todas esas negaciones son arrinconadas en un saco, que Jung y los suyos llaman «sombra».

Por todo ello, se deduce que si el lenguaje es la casa del ser, la escritura es la sombra de éste. Y por lo tanto, al igual que nuestra sombra nos arraiga a la tierra, nos enraizamos a la vida con nuestros escritos. Quiere esto decir que, si quieres vivir para siempre: escribe un libro, un artículo, una carta... ¡Escribe! Y deja, eternamente, tu sombra impresa en un papel. De aquí viene el ansia inconsciente de los escritores por publicar.