El desfibrilador que me desfibrilice… buen desfibrilador será. El aparato, pero también y mejor, si lo hace un facultativo. Enhorabuena ante todo a Junta, Consejería de Educación y diputaciones por haber llegado al acuerdo de dotar a todos los centros de enseñanza de desfibriladores semiautomáticos, los llamados DEA, sin excepción o sin restricciones de número de alumnos.

La medida anterior, la de números de alumnos, ciertamente era sorprendentemente discriminatoria y si me apuran hasta inmoral, pues poder disponer de un instrumento para salvar una vida, máxime en una enseñanza obligatoria, no podía depender de estadísticas, recursos, gastos o criterios presupuestarios. Una vida vale igual en un colegio rural con pocos alumnos, que en una gran ciudad en un macrocentro educativo y con indiferencia a la titularidad del centro, evidentemente público, por las características comunes que todo centro debe tener, pero también concertado o privado. Se debe proteger a las personas de nuestra comunidad por igual, no a sus opciones, casuísticas o código postal. Disculpen me repita, pero bravo por la medida anunciada, rectificar a tiempo es de sabios.

Pero la medida, aunque excelente, se queda coja. En primer lugar, para utilizar las DEA, se debe realizar un curso específico, para quien no esté habilitado, e ingresar en un registro de personas habilitadas. En el caso de los docentes, nadie puede ni debe estar obligado a usar los DEA, así como obligar a administrar determinados medicamentos o adoptar actuaciones que pudieran suponer riesgo para el alumno o responsabilidad al propio docente voluntario.

Cada vez más, madres, padres, alumnos, e incluso la propia sociedad demanda plazas específicas de graduados en enfermería en centros públicos, la familiarmente llamada «enfermera escolar», cuyo perfil en los centros ya definió Amece ---Asociación Madrileña de Enfermería en Centros Educativos---, cuya jornada laboral en un colegio sería las propias: asistencial --enfermedades crónicas o accidentes-- docente, --prevención, hábitos, cursos, talleres-- investigadora -estudios a la comunidad y enfermedades propias-, estas dos últimas para toda la comunidad escolar, y finalmente gestora, que implicaría entre otras, fichas sanitarias del alumnado.

La figura ya existe en otras comunidades y Extremadura ha dado un pequeño paso en salud escolar, demos el gran paso.