Escritor

No se sabe qué misterio tiene que Severo Ochoa tuviera amores con un bombonazo como era en su juventud, y en su madurez, Sara Montiel. Ahora es distinto, pero no va a ser uno el censor de sus amores de anciana. Lo que no se entiende es esa obsesión de desmontar el de Severo Ochoa. Uno no se imagina a Ochoa bajándose al moro, pero tampoco que su biógrafo asegure que no pudieron llegar a cuajar porque don Severo andaba investigando el ácido dexoxirribonucleico, por muy compleja que fuera la investigación. Cualquier investigador sabe que, muy probablemente, hasta le vendría bien desconectar, sobre todo si se asegura que amaba profundamente a su esposa, cuando el arcipreste de Hita asegura que el hombre se diferencia del animal en que lo hace todo el tiempo sin mesura. Mi perro, por ejemplo, está cabreadísimo con mi perra Huga, porque ésta se le niega debido a una hormona que coarta el deseo y no produce el olor de la atracción sexual.

Pues nada, que entre unos y otros don Severo no mojó el pizarrín y no hay forma de asegurar lo contrario. Yo pienso que los amores secretos, tarde o temprano explotan y son conocidos. A Luis Miguel Dominguín, como buen machista, le faltó tiempo para decir a los cuatro vientos que se había acostado con Ava Gadner. Que por cierto, después, hasta el Fari. Y es que los deseos amorosos son complejos, y más las relaciones, y no digamos lo que le pasa a mi amigo Pepe, con sus ochenta y dos años, que es un ruiseñor de las cumbres.

La clase política extremeña, sin embargo, está baja de amores. En el PP son muy jóvenes y están viviendo todavía la fiebre del león. Algunos, como Oscar, hablan de maravilla de la suegra. En suegras el PP está muy bien servido. Hay suegras maravillosas. Hay alguna cabra montesa, pero en Extremadura qué se va a pedir. Celdrán es fiel como la fiel infantería, y se tiene que recoger la barriga; Saponi lo tiene olvidado; Rodríguez Ibarra, está debajo de un naranjo. El PSOE cuando se inició, era Romera el que empujaba, y de Pedro Acedo huyen. Sólo nos quedan don Juan Ignacio y Chonchi. Sánchez Amor, ya sólo es el señor Sánchez.