El pensamiento analógico da mucho juego en la literatura y por ende en el periodismo. No es raro encontrar ejemplos de abusos del método, debido sobre todo al propio atractivo de la comparación, al que nadie se resiste por más que el saber popular diga que las comparaciones son odiosas , seguro que debido a la gran cantidad de errores a las que llevan cuando quiere confundirse la analogía con la identidad. Es algo que ocurre muy a menudo, al igual que ocurre con la belleza de formas, que también suele utilizarse profusamente para, por lo general, esconder la verdad, que es algo que no requiere de tanto aparato.

En ese juego de analogías que se utiliza para dar tintes de verosimilitud a afirmaciones peregrinas, ha habido recientemente un par de ejemplos importantes, por la gravedad de las comparaciones y por lo que afectan a nuestra propia historia y a nuestro presente. El primero nos lo proporcionó, hace unos días Gadafi I , el Estrambótico, cuando afirmó que iba a "liberar Bengasi igual que Franco había liberado a Madrid", afirmación que hizo poner los pelos de punta a todos los que piensan que los rebeldes libios son los nuevos revolucionarios del siglo XXI, luchadores por la libertad y la democracia a la occidental , (algo que está lejos de haber sido demostrado) y que Gadafi aplastaría sin piedad a los pobres resistentes. Es dudoso que esa fuera la idea de Gadafi al utilizar una metáfora que podría volverse en contra suya, pero ya es sabido (lo dice todo el mundo) que Gadafi, de la noche a la mañana, se ha convertido en un loco peligroso que amenaza a su propio pueblo. Normal que delirara, entonces, comparándose con Franco...

XEL SEGUNDOx ejemplo vino unos días más tarde, cuando el Premier Cameron , del Reino Unido (cuyo jefe de Estado, curiosamente, es también jefe de su iglesia, como en Marruecos, lo que coloca el asunto religioso en una interesante perspectiva: o no son tan atrasados los musulmanes o tan modernos los británicos) también recurrió a una analogía con la guerra española, cuando, más o menos literalmente, dijo ante su Parlamento que, en 1936, "un emisario de la República emocionó a la Cámara, recordando que los españoles se estaban enfrentado con piedras y palos a las fuerzas de Franco" lo que no impidió que el Reino Unido y otras democracias no acudieran a ayudar a la República, algo que, según Cameron, ahora no iba a ocurrir con el pueblo libio, que sería ayudado por la gran nación británica. Qué conmovedor. Resulta cuando menos curioso que las antiguas potencias coloniales que se repartieron Africa en el Congreso de Berlín a finales del XIX, en nombre entonces de la modernidad y del destino manifiesto del hombre blanco o poco menos, intervienen ahora en los mismos territorios para defender una democracia que brilla por su ausencia. Así son las cosas y pareciera que el mundo en vez de avanzar da vueltas sobre sí mismo. Y aquí sí que pudiera haber otra aparente contradicción analógica, que a lo mejor es mucho más cierta que las anteriores: tantas vueltas para volver al mismo sitio. Porque ahora que se habla tanto de la memoria histórica, conviene recordar la tremenda importancia que nuestra guerra tuvo (y tiene todavía cuando personajes tan distantes como Gadafi y Cameron la usan como modelo explicativo ) en el imaginario universal de la búsqueda de la libertad. Aquel conflicto desató en la intelectualidad y en las juventudes de la época unas pasiones que la llevaron a ser el teatro del enfrentamiento ideológico más notable y claro de todas las confrontaciones anteriores e incluso posteriores. Cabe decirse que si hubo una guerra en la que lo principal fueran los aspectos ideológicos y no los intereses materiales de los contendientes, esa fue la Guerra Civil española de 1936 a 1939. De ahí su fuerza como objeto de estudio y de pasiones aún no cerradas. Fallan estrepitosamente (acaso porque mientan los dos) tanto Gadafi como Cameron, porque Franco era el rebelde y no liberó Madrid, por tanto, que bien libre era hasta el 36, y el emisario a buscar ayuda en Londres, sin éxito, era el enviado del Gobierno legal (al que Francia y el Reino Unido dejaron caer) y no de los rebeldes, a los que ahora dice querer ayudar Cameron. Con razón se dice que la primera víctima en una guerra es la verdad. Solo cabe esperar que las referencias a nuestra guerra se queden ahí, y que no sea lo de Libia la antesala de otra guerra mundial, como si lo fuera la nuestra. Ojalá (raíces árabes tiene la palabra) que así sea.