El próximo 6 de diciembre se cumplirán 25 años de la Constitución y Zapatero quiere que el aniversario sirva para anular todas las sentencias dictadas por el franquismo. Pudo hacerse cuando se aprobó la Carta Magna, pero la UCD que nos mandaba consideró que habiendo dado entrada en el Congreso a doña Dolores Ibárruri, al poeta Rafael Alberti y a unos cuantos comunistas más, así como a los socialistas y a los nacionalistas, ya estábamos todos reconciliados.

Habría quedado más oportuno entonces, como un acto más del sepelio del régimen. Era el momento adecuado. El cadáver del franquismo no quedó enterrado del todo y ahora los socialistas proponen que se le dé sepultura definitiva. Pero, ¿son capaces nuestros gobernantes de entender qué significa lo que pide el PSOE? Aunque antes habría que preguntarse por qué se desaprovecharon los años de la mayoría absoluta de los socialistas para liquidar la cuenta que la transición dejó pendiente. Hubo muchas cautelas y excesiva prudencia. Gobernaba Felipe González, pero en algunos aspectos era como si lo hiciera la derecha.

Pudo hacerse sin necesidad de tener que pedírselo a muchos que descienden de los que aplaudían al dictador o que, miembros de tribunales ilegítimos, firmaban sentencias injustas. Pero se dejó escapar aquella oportunidad y ahora hay que pedirles a algunos que son nietos de los verdugos que sean justos con los descendientes de las víctimas. Uno se imagina lo que pueden argumentar: "Anular las sentencias, ¿por qué, si eran todos rojos o separatistas?". Puedo prometer y prometo que rectificaré si me equivoco.