WCwuando en tres semanas se declaran 1.900 incendios que arrasan casi 12.000 hectáreas, hay motivos fundados para suponer que no se trata sólo de la fatalidad climática. Es lo que ha sucedido en la comunidad autónoma de Galicia en lo que va de mes de agosto, y en la Xunta hay convicción de que hay motivos espurios de índole económica.

Puede costar que entre los numerosos pirómanos detenidos en esta región se esclarezca la verdad de sus intenciones, pero lo primero es reforzar los servicios de vigilancia policial. La otra opción es la de dictar leyes claras que impidan cualquier uso de las hectáreas carbonizadas distinto al de su regeneración forestal.

Por lo demás, que el 2005 acabe siendo uno de los peores años de incendios era previsible si se considera la sequía y los vientos más inoportunos. Pero no es excusa suficiente. Se han quemado cifras similares de hectáreas otros años, porque la falta de previsión continuada y de material de extinción explican tanto estos desastres como la meteorología. Y la prueba está en Portugal, donde una penuria de medios que, en comparación, hace que España parezca un país privilegiado, se ha traducido en tres años consecutivos de fuegos pavorosos.