Las grandes marcas del sector del automóvil llegaron a España, como el resto de las industrias multinacionales, en un proceso de deslocalización de sus lugares de origen. Buscaban costes más bajos y nuevos mercados. Los salarios moderados, la escasa implantación sindical y una pujante clase obrera asimilada a clase media configuraron las condiciones adecuadas para aquel aterrizaje. La globalización, primero, y luego la crisis iniciada en el 2008 han cambiado radicalmente el panorama. Algunas de las multinacionales de la electrónica que vivieron durante años en España, por ejemplo, han vuelto a emigrar. Otras lograron tratos que apenas no pudieron más que aplazar las cosas. Sin embargo, algunas firmas aún permanecen entre nosotros.

El sector del automóvil ha vivido una historia similar, pero con un final --hasta ahora-- menos traumático. En España hay 17 plantas repartidas por diez comunidades autónomas, con Cataluña a la cabeza, y ninguna de ellas es de capital autóctono. No hay una única razón que explique por qué, pese a la caída de las ventas del mercado interno, el sector no solo sigue en pie sino que ha vuelto a atraer nuevas inversiones de las marcas.

Las fábricas españolas compiten con ventaja frente a otras europeas de sus propias casas, tal como se está viendo en los últimos anuncios de inversiones y nuevos proyectos. Y según los sindicatos no es únicamente por los costes salariales, aunque también. Las congelaciones y las dobles escalas para nuevas incorporaciones han estado a la orden del día con el objetivo de frenar la destrucción de empleo. Los sindicatos del sector han demostrado una gran madurez, aunque hay que subrayar que contribuciones laborales equivalentes en otros sectores no han podido evitar su hundimiento.

Y es que una de las razones fundamentales que explican la suerte del sector es su propio volumen: supone el 10% del PIB, el 16% de las exportaciones y el 7% de la población ocupada entre empleos directos e indirectos. España es el segundo fabricante que existe en Europa, un dato que resume el interés que han puesto este Gobierno y los anteriores en apoyar al sector, tanto en lo que se refiere a las ventas, con los planes Renove, como a la gestión de plantillas, incluso con subvenciones directas en las regulaciones y con tratos especiales desde el Ministerio de Trabajo.