Periodista

Tengo unos amigos alemanes. Son colegas de profesión y pertenecen a la clase media. A veces, mi hijo y el suyo hacen intercambio: pasan unos días juntos en Monchenglandbach primero y en Cáceres después. De los alemanes envidio su cultura del avión. Cuentan con aeropuertos estratégicamente situados y con autopistas y ferrocarriles que los comunican fácilmente con las ciudades del entorno. Cuando alguna vez he visitado a mis colegas alemanes, me he sentido algo frustrado al escuchar cómo se organizan sus viajes. Para ellos, el avión es una posibilidad tan normal, barata y cómoda como para nosotros el Auto-Res.

Yo no monté en avión hasta los 30 años y recuerdo que mis compañeros de viaje se extrañaban de mi tardío bautismo aéreo. Eso sí, se los comió la envidia cuando a la puerta del reactor de Iberia que iba de Lavacolla a El Prat, la azafata me estampó dos besos, me trató como si fuera un asiduo, se interesó por mi vida después de tantos años y me mimó durante el viaje. Había tenido la suerte de toparme en mi primer vuelo con la única azafata que conocía: la cacereña Rocío Peña, amiga de adolescencia en Astoria y Metropol .

En Alemania hay cultura de avión y también cultura de tren. Aquí, en Extremadura, teníamos cultura de ferrocarril, pero nos la han arrebatado, y en cuanto a la cultura del avión, mejor no hablar. Sin embargo, una noticia aparecida esta semana en este diario ha abierto una puerta a la esperanza: resulta que se puede viajar desde Talavera la Real hasta Barcelona por 49 euros. Es decir, los vuelos baratos que facilitan a media Europa el movimiento de aquí para allá ya han llegado a Extremadura. Puede ser el primer paso para crear en nosotros la cultura del avión.

Sin embargo, hay problemas insalvables. El fundamental son las comunicaciones con el aeropuerto de Talavera: mientras se llega a él desde Cáceres, casi te sitúas en el extrarradio de Madrid. Y en cuanto al transporte público, mejor no hablar. Extremadura podría tener en Talavera o en otro lugar equidistante de Mérida, Badajoz y Cáceres y bien comunicado su aeropuerto regional como lo tienen Avilés, Oviedo y Gijón en Ranón, los gallegos en Lavacolla (Santiago) o los vascos en Foronda (Vitoria). Hasta esos aeródromos viajan cada día autobuses regulares de línea y a ellos llegan autopistas modernas y funcionales. En Cáceres, para ir a Talavera hay que viajar a Badajoz en el coche de línea durante un par de horas y allí, buscarse la vida.

Es más, en Asturias, la empresa Alsa tiene un servicio directo y nocturno de autobuses que une directamente las grandes ciudades de la región con el aeropuerto de Barajas. En Extremadura, a la empresa Auto-Res no se le ha ocurrido ofertar esa posibilidad y si tienes que salir al amanecer en avión, has de partir la noche anterior.

Sólo se me ocurre pedir la luna: un aeropuerto nuevo; solicitar lo imposible: una autovía de Cáceres a Talavera; o sugerir lo improbable: un Auto-Res a Barajas.

Pero me temo que todo seguirá igual: desde Badajoz irán a Barcelona volando por 49 euros y desde Cáceres, iremos en el Talgo, o sea, a gatas.