Se equivocó Bansky con el cuadro ‘Devolved Parliament’, revendido el jueves por 11 millones de euros en la casa de subastas Sotheby’s. ¿Se equivocó porque ha sido revendido? En absoluto: hace tiempo que Bansky cotiza en el mercado y es difícil que desconozca el negocio del arte, aunque si Sotheby’s calculaba cerrar la puja muy por debajo de esos 11 millones -entre 1,6 y 2,2 millones-, quién sabe. ¿Se equivocó acaso porque el propietario de la obra, diez años después de comprarla, la ha subastado a través de Sotheby’s, la principal almoneda del Reino Unido? Ciertamente, el paso por Sotheby’s supone formalización, normalización, y Bansky ha llegado a ser Bansky precisamente por su rebeldía frente al establishment del arte, o al menos así adquirió fama, como grafitero, un marginal que prefería pintar en la calle antes que colgar en los museos. Pero tampoco es esa la razón, aunque Bansky exponga actualmente en galerías de medio mundo y disponga incluso de una empresa encargada de garantizar la autenticidad de todo lo que sale al mercado con la firma Bansky, pues quiere tener el derecho de propiedad intelectual sobre su trabajo.

Se equivocó Bansky porque ‘Devolved Parliament’ es un cuadro, más en concreto un óleo. Es decir, la simpatía que suscita un grafiti está en que es obra necesariamente anónima y, por lo general, efímera, mientras que un cuadro tiene aspiraciones. Calidad aparte, lo preceptivo de un grafiti es la anonimia y, sobre todo, su naturaleza perecedera. Así, la identidad de un grafitero solo se conoce cuando muere o cuando triunfa, como parece ser el caso Bansky, aquel gamberro que hoy aspira a ser políticamente correcto. Y un grafiti es efímero porque los servicios de limpieza están obligados a borrarlo, por no autorizado y por realizarse en lugares públicos, como bien sabe su autor, a quien no le queda sino aguantarse. Un cuadro, sin embargo, pide una firma, es decir, un nombre reconocido y reconocible, del mismo modo que pide sobrevivir, perpetuarse, durar. Un grafiti se basta con un trozo de pared o de muro. Un óleo, en cambio, exige un certificado de autenticidad y una cifra.

* Funcionario