Sería grotesco, simplemente, de no ser terriblemente dramático. Un hombre es condenado a la pena de muerte por segunda vez. No se trata, claro, de que después de matarlo quieran volver a hacerlo. El hecho es sencillamente absurdo. Después de que le autorizaran a dejar el corredor de la muerte, le vuelven a hacer entrar. Esto es lo que pide el estado de Florida, EEUU. El protagonista de este lamentable revuelo es un vasco. La agencia Efe destaca que la Asociación contra la Pena de Muerte censura la "frialdad" del documento con que el estado revela su intención. La pena de muerte es considerada como "un simple trámite". Un trámite cruel y degradante que no tiene cabida en el siglo XXI.

La pena fue dictada en el 2000. ¿Durante cuántos años ya había sido encarcelado? Y ahora que la ejecución queda suspendida, ¿cuántos pasarán antes de la revisión del caso? Florida vuelve a pedir la pena de muerte, aunque las pruebas contra Pablo Ibar son "escasas y débiles". Pero tiene que afrontar el coste de la defensa. ¿Cuánto costará rehacerla? Atención: ¡más de tres millones de dólares!

Todo esto cuesta de entender. Si no me equivoco, nuestro Código Penal tiene muy en cuenta si una muerte se produce en defensa propia. Resistir un ataque violento con violencia "pronunciada" es perfectamente legítimo. Naturalmente, debe de ser muy difícil precisar si hay proporción entre un ataque y una defensa. En una situación de peligro evidente y grave es difícilmente exigible una calma y una serenidad absolutas.

En cualquier caso, el defensor de Pablo Ibar ha puesto en marcha una recolecta para obtener dinero para la defensa. Me impresiona saber que es necesario disponer de más de ¡un millón de euros!

"¡La pena de muerte es señal peculiar de la barbarie!". Lo dijo el autor francés Víctor Hugo , y liga muy bien con la máxima de Bernard Shaw : "Los criminales no mueren en manos de la ley sino a manos de otro hombre".