En su cuarta comparecencia ante el juez de la Audiencia Nacional, Luis Bárcenas cambió radicamente el guión. Ahora reconoce su letra y la autoría de las anotaciones del cuaderno en el que registraba la contabilidad B, en negro, del Partido Popular durante los años que tuvo responsabilidades como tesorero.

A pesar de que ese cambio perjudica sus intereses, ha preferido hacerlo porque se lo exige el plan con que quiere vengarse del PP y muy especialmente de Mariano Rajoy , su presidente, y de María Dolores de Cospedal , la secretaria general. También por esa razón señala haber entregado 25.000 euros en metálico --en billetes de 500-- a cada uno de ellos en el 2010.

Como no tiene los recibí, solo se podrá saber si esas cantidades eran en negro o no a través de la declaración de la renta de ambos. Si aparecen, se trataba de complementos legales: entonces no tenían cargos oficiales. En caso contrario, será su palabra contra la de sus antiguos jefes. El testimonio ante el juez Ruz incluyó la acusación a todas las cúpulas del PP de haber recibido dinero no contabilizado y a una constructora de haber sobrepasado el límite legal de las donaciones a partidos políticos.

Luis Bárcenas ha tirado de la manta, como explicó que iba a hacer cuando su ingreso en prisión era inminente. Sus aportaciones a la Audiencia Nacional, de momento, tienen la importancia de confirmar lo que ya se conocía o suponía. La gran novedad es que emplea su inmolación para arrastrar a quienes considera que le han traicionado.

Esa presión sobre el presidente del Gobierno y la secretaria general del PP es tan efectiva --y visible en la zozobra de la Moncloa y de la cúpula del partido-- como las pruebas que ha aportado al juez. Mariano Rajoy rompió ayer su largo silencio con una respuesta que deja más perplejos a los ciudadanos que cuando no hablaba. Asegurar en una rueda de prensa que su cálido SMS a Bárcenas de marzo --en el que le decía "Luis, sé fuerte. Te entiendo"-- es coherente con su rechazo a cualquier chantaje, indicación, sugerencia o presión es peor que callar.

El extesorero y sus aliados dentro del PP han logrado poner nervioso al presidente, que aparece un poco más aislado cada vez que sus colaboradores se deshacen en elogios y que él, como hizo ayer, se aferra a su mayoría absoluta como último argumento para hacer frente a la grave situación en que se encuentra.