TUtno de los datos a los que prestan atención las bolsas en su continuo vaivén es el índice mensual de desempleo en EEUU. Hasta tal punto es importante, que se asegura que ningún presidente gana la reelección con una tasa superior al 8%. Pero como toda estadística, la cosa tiene truco. En 2011 ocurrieron en EEUU dos hechos elocuentes: Obama se reunió con las 12 grandes empresas tecnológicas para pedirles, con escaso éxito, que repatriaran parte de la producción industrial, y semanas después McDonald's anunciaba la creación de 50.000 empleos. Con todo su potencial tecnológico, EEUU se enfrenta a un grave problema de erosión de masa muscular en la industria, que compensa estadísticamente con empleos con salarios de 5,50 euros la hora. Hace unas semanas las redes sociales se hacían eco de una circular en la que McDonald's --7.700 millones de beneficios en 2012-- aconsejaba a sus empleados cómo ahorrar con salarios que están por debajo del índice oficial de pobreza. El primero de ellos era que se buscaran otro trabajo para complementar ingresos, seguido de un sinfín de despropósitos, como no gastar en calefacción o no pagar por la vivienda más de 400 euros. El pasado jueves EEUU vivió un paro de miles de empleados de McDonald's y otros grandes de la comida rápida para reclamar que se duplique el salario mínimo. El malestar refleja una cuestión de fondo. Empleos destinados a jóvenes en busca de dinero para sus gastos son ocupados ahora por adultos (blancos) de una clase media empobrecida, expulsada de su estatus e incapaz de sacar adelante una familia con salarios de miseria. Satisfechas con estos mimbres las estadísticas de empleo que se había fijado la Reserva Federal, veremos qué pasa cuando en breve Bernanke empiece a cortar los estímulos monetarios y la economía norteamericana tenga que funcionar sin respiración asistida.